El hombre y la máquina
La tiranía tecnológica ya resulta ineludible. De momento, cualquier multa que reciba la señora imprudente la consideraremos poco rigurosa, que tampoco es necesario entusiasmarse con las vanguardias de la estupidez
La tiranía tecnológica ya resulta ineludible. De momento, cualquier multa que reciba la señora imprudente la consideraremos poco rigurosa, que tampoco es necesario entusiasmarse con las vanguardias de la estupidez
Una señora conduce con esas gafas que ha fabricado Google, un artefacto que después de criticar mucho acabaremos asumiendo todos, porque la tiranía tecnológica ya resulta ineludible. De momento, cualquier multa que reciba la señora imprudente la consideraremos poco rigurosa, que tampoco es necesario entusiasmarse con las vanguardias de la estupidez.
Supongo que esa esclavitud debida a los robots y a las maquinitas, hace que el coto de caza de drones que proponen en Colorado nos resulte mucho más simpático que la conductora del futuro. De hecho es difícil imaginar actividad más gratificante que disparar a los aviones espía de cualquier administración, algo que combina el placer de la caza con la sana rebeldía ante el poder, y encima sin daños colaterales entre animalitos o contenedores de basura como los que arden en Burgos. Es justo reconocer que los gringos siguen siendo vanguardia en la defensa de la libertad individual, como si el Sur no hubiera perdido del todo la guerra.
La breve cautela contra la tecnología tienen muy distintos discursos, desde las objeciones morales, políticas y psicológicas, hasta las supersticiones y las paranoias de la conspiración. Puede que sólo sea la desconfianza primitiva que siente el salvaje ante la pólvora, pero la verdad es que parece una prevención más elaborada, por eso todavía triunfa el síndrome de Frankenstein, y las máquinas se han convertido en uno de los villanos preferidos de la ciencia ficción, desde HAL 9000 hasta Matrix. No es un miedo pueril, nos lo avisaba el maestro Gómez-Dávila: “Es menos peligroso entregarle el poder a dementes que a técnicos: de dementes, en efecto, podemos esperar momentos de lucidez.”