Rajoy y los cielos azules
No todos los días pisa uno la moqueta de la Casa Blanca, ni siquiera siendo presidente del Gobierno. Pero todo llega.
No todos los días pisa uno la moqueta de la Casa Blanca, ni siquiera siendo presidente del Gobierno. Pero todo llega.
No todos los días pisa uno la moqueta de la Casa Blanca, ni siquiera siendo presidente del Gobierno. Pero todo llega. Incluso para Mariano Rajoy que esta semana ha probado por fin, los flashes del Despacho Oval. Desconozco los motivos, pero esta cita siempre supone un antes y un después para los mandatarios españoles.
Aznar, lo recordarán, regresó de su viaje con acento tejano y a Zapatero todavía se le recuerda por aquello de que «la Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento». ¿Y Rajoy? Pues no sé si habrán sido los aires de Washington, o el efecto de las Google Glass pero el Presidente volvió hablando de los días azules y soleados que nos esperan.
De momento, y sin ánimo de ser pesimista, el cielo pinta más bien gris. Es cierto que estamos en enero y que llevamos unas quince borrascas desde que estrenamos 2014, pero lo del cielo azul parece algo precipitado. Será que el mundo se ve de otra manera desde el otro lado del charco pero unos miles de kilómetros no han podido diluir los nubarrones que nos acechan. Ni siquiera en su aventura americana consiguió el Presidente del Gobierno librarse de la tormenta soberanista que, justo esta semana, alcanzaba su máxima intensidad en el Parlament.
Sí. Cuando Mariano Rajoy volvió, Artur Más seguía ahí. Y también su consulta soberanista. De hecho, el asunto viajó con él hasta Washington. Dicen las malas lenguas que Moncloa intentó arrancar a Obama una declaración contraria al independentismo catalán, aunque a juzgar por el resultado, el Presidente de EEUU no ha estado por la labor de pisar ese charco. Bastante tiene con los suyos.
Hubiese sido un buen trofeo para Rajoy, pero el jardín catalán toca arreglarlo en casa. Conste que entiendo al Presidente. El tema da mucha, pero que mucha pereza pero de nada sirve esperar a que se seque el jardín, cuando los líderes catalanes se afanan en regarlo a diario.
Así que el recado para el jardinero parece claro. Los mocasines van muy bien para las alfombras de la Casa Blanca pero ahora toca calzarse las botas y bajar al barro.