Terror en las pistas de esquí

Qué lejano queda el símbolo de las Olimpiadas griegas como signo de tregua. La imagen nos recuerda que estamos inmersos en la III Guerra Mundial.

Qué lejano queda el símbolo de las Olimpiadas griegas como signo de tregua. El helicóptero que vigila las pistas de esquí de los Juegos Olímpico de Invierno empaña un poco la blanca belleza de esa celebración. La imagen nos recuerda que estamos inmersos en la III Guerra Mundial. Es muy diferente a las contiendas anteriores. Es una conflagración que no se declara, que no despliega ejércitos uniformados, que no respeta las leyes bélicas.

Ni siquiera está claro quiénes son los combatientes de ese conflicto armado. Los atacantes se conforman muchas veces con amagar. Con ello se consigue el mismo fin fundamental de aterrorizar a la población. La consecuencia inmediata es que los Estados amenazados se tienen que pertrechar de costosas medidas de seguridad, lo que a su vez, infunde más alarma. Por esa razón los actuales Juegos Olímpicos de Invierno van a ser los más caros de las Historia. 

Cualquier actividad pública de cierta solemnidad empieza a redoblar el coste por el temor a los atentados terroristas. Los Estados democráticos han conseguido reducir los efectivos de sus fuerzas armadas, pero han tenido que ampliar sus fuerzas de seguridad. Los antiguos ministerios de la Guerra hoy son de Defensa y pronto lo serán de Seguridad. Parece la broma de George Orwell.

Algo habrá que decir del fenómeno terrorista. Tampoco es el de siempre. La disposición fanática puede ser parecida a la de los románticos anarquistas, pero su estructura es muy diferente. Un elemento nuevo es el «terrorista suicida», incluso mujeres y niños. Es algo difícil de concebir para una mentalidad occidental. Por eso es tan difícil de prevenir. Los terroristas, todos participan de una creencia común: el rechazo de la democracia y de los otros valores occidentales que van con ella.