Islas
Nunca aspiré a ser multimillonario. He conocido a algunos. Todos ellos me han parecido tipos aburridos. Ensimismados con sus cuentas corrientes. Enrocados en un bucle melancólico que les lleva del negocio al negocio.
Nunca aspiré a ser multimillonario. He conocido a algunos. Todos ellos me han parecido tipos aburridos. Ensimismados con sus cuentas corrientes. Enrocados en un bucle melancólico que les lleva del negocio al negocio.
Nunca aspiré a ser multimillonario. He conocido a algunos. Todos ellos me han parecido tipos aburridos. Ensimismados con sus cuentas corrientes. Enrocados en un bucle melancólico que les lleva del negocio al negocio. Seguidores de la máxima volteriana de si alguna vez ves saltar por la ventana a un banquero, debes saltar detrás porque algo habrá que ganar. Dispuestos a perder la vida por dinero. Pobres miserables nadando en billetes.
Y como no practico la envidia, jamás he considerado la posibilidad de aspirar a ser como ellos. Incluso tengo claro que no tengo interés alguno en ser como ellos. Pero sí practico la sinceridad. Y alguna vez se me ha pasado por la cabeza que, de envidiar algo de quienes nadan en dinero, sería la posibilidad de comprarse una isla como por ejemplo esta de Bahamas. O cualquier otra similar.
Sería un gustazo. Estaría reservado el derecho de admisión. Sólo para disfrutones. Diablas y diablos enamorados de la vida. Pura vida en vena. Abstenerse ambiciosos, codiciosos, políticos profesionales, periodistas entregados a la causa de la propaganda, aburridos en general. Se llenaría de todo ese tipo de mujeres y hombres a los que nunca admitirían en su isla quienes tienen la posibilidad de comprarse una.
Pero regresemos a la realidad. Me conformo con haber tenido la suerte de visitar alguna isla desierta más bella que la de la imagen. Y soy feliz de saber disfrutar cada poco de playas maravillosas que tenemos cerca de casa, en las que me siento obscenamente feliz tirado en la arena sobre un pañuelo jamaicano, rodeado de mi gente, a la luz de la misma luna, con la música de las mismas olas, seres humanos que se equivocan más que aciertan, y que saben beberse la vida. Mujeres y hombres con cara de que les matan al final de la película. Piratas sin codicia capaces de dar los besos más peligrosos, aquellos que se dan con la mirada. Jugadores de riesgo que prefieren dejar algún jirón del alma por el camino con tal de sentir, de vivir su vida a la vez que otras vidas. Vividores incapaces de explicarte su vida, porque ni ellos la entienden. Seres que reclaman solo vida: imperfecta, torcida, caliente como el infierno, salpicada de baches, con cicatrices, pero vida. Para meterle mano sabinera. A la vida. Con isla o sin isla.