Catástrofe invisible en Fukushima
El 11 de marzo de 2011 se paralizó el mundo. Un terremoto que provocó un tsunami causó, a su vez, severos daños en la red eléctrica de una central nuclear japonesa que, después, se vio inundada por el brutal maremoto.
El 11 de marzo de 2011 se paralizó el mundo. Un terremoto que provocó un tsunami causó, a su vez, severos daños en la red eléctrica de una central nuclear japonesa que, después, se vio inundada por el brutal maremoto.
El 11 de marzo de 2011 se paralizó el mundo. Un terremoto que provocó un tsunami causó, a su vez, severos daños en la red eléctrica de una central nuclear japonesa que, después, se vio inundada por el brutal maremoto. El planeta entero contuvo la respiración ante una catástrofe que, día tras día y a medida que una serie de explosiones y vertidos empeoraban la situación, prometía superar a la de Chernóbil.
Fukushima fue el despertar del temor nuclear en una generación que había aprendido a convivir con esta energía. Países como Alemania, Suiza, Chile o el propio Japón establecieron moratorias a las nuevas centrales aprobadas previamente, y muchos otros se replantearon su política energética tras años en los que la energía nuclear había parecido un sustituto más que aceptable a los contaminantes hidrocarburos y a la dependencia de terceros países, por el escaso desarrollo de la energía renovable.
Han pasado casi tres años. El debate nuclear ha sido convenientemente enterrado. También las renovables. Y también Fukushima. La situación en la central japonesa no parece haber mejorado. Por más que el presidente Rajoy fuera por allí a decir que los temores sobre la central «son infundados», no pasa un día sin que haya una noticia sobre esta catástrofe invisible. Hay estudios de calidad muy dudosa que hablan de mutaciones genéticas en plantas y animales. Pero, incluso sin entrar en «conspiranoias» antinucleares y daños en el ecosistema que tardarán decenios en manifestarse, sí es cierto que se están produciendo filtraciones de agua radiactiva al mar y a aguas subterráneas que están convirtiendo la zona en un erial que será invivible durante muchas décadas.
Este ‘fin del mundo’ que llenaba páginas de diarios y horas de telediarios en 2011 ha desaparecido prácticamente de nuestras vidas. Es responsabilidad de todos, empezando por los medios de comunicación, contar qué está ocurriendo en Fukushima y cómo vamos a reparar el daño ya provocado.