Periodistas muertos e invisibles
En la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y 17 han desaparecido debido a las actividades del crimen organizado. La mayoría de estos crímenes quedan impunes y son invisibles.
En la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y 17 han desaparecido debido a las actividades del crimen organizado. La mayoría de estos crímenes quedan impunes y son invisibles.
A los periodistas nos da cierta vergüenza hablar de nosotros mismos. La noticia siempre está en los demás, porque nuestro trabajo es contar las historias de políticos, empresarios, científicos, actores, deportistas o lo que llamamos “la gente de la calle”, y mejor aún si son historias que alguien no quiere que se conozcan. Aun así, la nuestra es una profesión con una enorme visibilidad, y es de las peor valoradas por los ciudadanos.
Es muy posible que gran parte de ese descrédito se deba a que los españoles identifican “periodista” con “tertuliano todólogo que no sabe nada de nada y que grita mucho”. Pero también es posible que nuestra vergüenza nos haya impedido describir a los ciudadanos qué es lo que hacemos y por qué un país sin periodistas profesionales y libres es un país sin demoracia.
Eso es lo que ocurre en México. El último periodista caído es Gregorio Jiménez, que fue secuestrado y posteriormente asesinado por informar sobre un crimen en el estado de Veracruz. México, explica Reporteros sin Fronteras en su último informe, “es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas; las amenazas y los asesinatos a manos del crimen organizado –incluso de las autoridades corruptas– son cosa de todos los días”. En la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y 17 han desaparecido, en su mayoría, debido a las actividades del crimen organizado.
El principal problema es que la mayoría de estos crímenes quedan impunes y son invisibles. Solo los compañeros de estos periodistas exigen explicaciones a las autoridades, pero estas no se sienten presionadas porque este problema no es una prioridad para los ciudadanos. Nuestro silencio e invisiblidad son señal de que hacemos bien nuestro trabajo, pero a veces hay que alzar la voz para que los ciudadanos sean conscientes de que la libertad de expresión por la que cada día luchamos los periodistas es una responsabilidad nuestra, pero por defender un derecho suyo.