Hugo no quería morir
Al chavismo le está pasando lo mismo que a su fundador: tampoco quiere morirse. Nicolás Maduro debe andar preguntando a los pajarillos de la mansión presidencial por un final acorde a sus delirios socialistas.
Al chavismo le está pasando lo mismo que a su fundador: tampoco quiere morirse. Nicolás Maduro debe andar preguntando a los pajarillos de la mansión presidencial por un final acorde a sus delirios socialistas.
Pasa con las vidas algo parecido a lo que sucede con las novelas, que un final hermoso es capaz de arreglar un bodrio, y al revés, que un patinazo en las últimas páginas puede reventar el globo de un éxito seguro. Para no hacer innecesarios enemigos, resulta mejor no poner ejemplos de lo uno y de lo otro. El caso es que los artistas, por eso, suelen prepararse el epitafio, a modo de epílogo, por si el final natural no hubiera quedado muy escénico. Creo que fue Mihura el que dejó encargado una guasa lapidaria -“Ya decía yo que ese médico no era muy bueno”- porque los artistas del humor saben bien que la tumba es el gran chiste. Muy al contrario, dicen que Hugo Chávez se marchó sin resignarse: “Yo no quiero morir, por favor, no me dejen morir”. Sus enemigos -algo miserables en este punto- hicieron sangre de la momia como si fuera esa la frase de un cobarde. No siempre es así. Hay que entender que debe ser duro morir cuando dejas aquí dos mil millones de dólares, es decir, con todo lo que te queda por gastar. Claro que a lo mejor el comandante Chávez a lo que se resistía era a dejar su país en manos de Nicolás Maduro. Puede que, en alguna lucidez premortem, Chávez pudiera imaginarse a los venezolanos haciendo cola para adquirir algo de comida o a sus camisas rojas disparando contra los estudiantes.
Lo peor de todo esto es que al chavismo le está pasando lo mismo que a su fundador, o sea que tampoco quiere morirse, a pesar de estar tan desahuciado por todos. Nicolás Maduro debe andar preguntando a los pajarillos de la mansión presidencial, a ver si alguno le inspira un final acorde a sus delirios socialistas. Y en fin, que Dios se apiade de Venezuela, porque los tiranos de rojo -como todas las dictaduras de izquierda- con tal de salvar al pueblo están muy dispuestos a fusilarlo.