Anticiclones
La noticia se merecía una portada y la tuvo: «Galicia verá el sol tres meses después». Así abría La Voz de Galicia a mediados de esta semana y no era para menos.
La noticia se merecía una portada y la tuvo: «Galicia verá el sol tres meses después». Así abría La Voz de Galicia a mediados de esta semana y no era para menos.
La noticia se merecía una portada y la tuvo: «Galicia verá el sol tres meses después». Así abría La Voz de Galicia a mediados de esta semana y no era para menos.
Tantos días bajo la incesante lluvia, encadenando una ciclogénesis tras otra se merecían una tregua y por fin ha llegado. Eso sí, el último temporal ha destrozado paseos marítimos, ha arrasado arenales y ha inundado primeras líneas de playa. Lo nunca visto, ni siquiera por los más viejos del lugar.
Son los últimos coletazos de un invierno que se resiste a dejarnos. Vamos, más o menos como la crisis económica. Podemos tener un buen dato de paro que enseguida llega Bruselas a pintar nubarrones sobre las previsiones del Gobierno. Podemos empezar a crecer unas décimas que ya se encargarán de recordarnos que, con semejante deuda y sin recortar el déficit lo llevamos crudo.
Y es que los inviernos y las crisis tienen mucho en común, y en el caso que nos ocupa todavía más. Lo bueno de la primavera es que, aunque tarde en llegar, acaba por hacerlo y los anticiclones siempre consiguen mantener a raya a las borrascas. En el caso de las crisis económicas la cosa se complica.
Para empezar porque todavía no se ha inventado un anticiclón económico que consiga alejar las turbulencias. Las que todavía nos sobrevuelan han dejado empresas arrasadas, miles de parados y un país ahogado por la deuda. Los daños son parecidos a los de una ciclogénesis pero los efectos serán mucho más duraderos.
Sueño con una portada tipo: «España verá la luz siete años después» y como periodista confieso que me gustaría dar ese titular. De momento nos tendremos que conformar con seguir hablando del tiempo