La cómoda amnesia del 11-M
En este aniversario quizá no sea lo fundamental el debate sobre la etiología del tumor, sino sus consecuencias y las diferentes, a veces drásticamente divergentes, visiones que los españoles siguen teniendo de lo sucedido.
En este aniversario quizá no sea lo fundamental el debate sobre la etiología del tumor, sino sus consecuencias y las diferentes, a veces drásticamente divergentes, visiones que los españoles siguen teniendo de lo sucedido.
Mientras Al-Qaeda busca líder de recambio, en España seguimos buscando a Al-Qaeda diez años después de la atroz matanza del 11-M. Quien más seguro está de haber encontrado un vínculo directo del principal grupo terrorista islamista con aquellos atentados es el historiador Fernando Reinares, cuya tesis es que tres años antes se decidió esa venganza porque aquí se había desmantelado una de sus células, y que nada tuvo que ver aquello ni con Irak ni con las elecciones generales de tres días más tarde. Otros, más escépticos, pensamos que muchas células fueron desmanteladas en Europa y en ningún otro caso se planeó durante años una tremenda venganza con dos centenares de víctimas. O, al menos, jamás se llevó a cabo nada de las mismas dimensiones, ni en el metro de Londres.
Pero en este aniversario quizá no sea lo fundamental el debate sobre la todavía difusa –por mucho que exista una verdad oficial y juzgada– etiología del tumor, sino sus consecuencias y las diferentes, a veces drásticamente divergentes, visiones que los españoles siguen teniendo de lo sucedido. Y eso tiene mucho que ver con qué medios informativos ha seguido cada cual, porque la mayoría ha respaldado una investigación, una instrucción y un juicio plagados de interrogantes sin lanzarse a importantes indagaciones por su cuenta, y sólo una pequeña minoría ha hallado reparos importantes a todo ese camino oficial. Con tildar a esos pocos de ‘conspiranoicos’ se ha resuelto la cosa en la mayoría de las ocasiones.
En paralelo, lo que hemos visto ha sido crecer un muro de silencio y de olvido: no cabe duda de que esa suerte de amnesia colectiva, a cuyo socaire la vida política se ha encizañado y deteriorado, a quien más favorece no es a unos hipotéticos autores intelectuales que siguiesen con vida, nunca investigados como reconoce Javier Gómez Bermúdez, sino a quienes quizá quisieron ante todo encubrir anteriores negligencias y complacencias con los autores materiales, tan bien conocidos desde mucho antes por policías y espías españoles.