El verdadero terror del cambio climático
Para causar terror por la supuesta alteración del clima por culpa de la humanidad, inventan que las borrascas son ciclogénesis explosivas y que cualquier viento es huracanado.
Para causar terror por la supuesta alteración del clima por culpa de la humanidad, inventan que las borrascas son ciclogénesis explosivas y que cualquier viento es huracanado.
Nueva noticia para aterrorizarnos con el clima. ¿Qué pretenden? Leo que otro estudio -seguramente financiado por fondos que no sabemos de dónde llegan pero que tienen objetivos claros- sostiene que el cambio climático reducirá el rendimiento del cultivo de maíz en América del Norte. Al menos, debido a la falta de evidencia científica y a varios inviernos algo más frescos de lo habitual, cada vez hablan menos de calentamiento global. Porque no saben nada. Hoy, en un diario español, un físico sostenía que en unos sitios cada vez lloverá menos y en otros las lluvias serán torrenciales. No cuela.
Así, para causar terror por la supuesta alteración del clima por culpa de la humanidad –nunca fue el hombre tan soberbio-, inventan que las borrascas son ciclogénesis explosivas y que cualquier viento es huracanado. Al final el hombre del tiempo es un monstruo y la Agencia Estatal de Meteorología, con ese nombre tan feo, es la Casa del Terror.
La propaganda es eficaz: habla uno que cobra un pastizal de algún organismo un tanto oscuro, dice que el mar en Alicante ha subido medio milímetro en treinta años, saca unas fotos de los polos sólo en verano aunque desde hace un par de años cada invierno acumulan más hielo, otras fotos de las cataratas del Iguazú sólo en la época seca, algunas imágenes de un tornado y otras cuantas inundaciones y nos demuestran la teoría: estamos destrozando el planeta.
Lo realmente preocupante no es que nos metan trolas que carecen de método científico, lo terrible son las pretensiones de esa ideología, que es lo que es. Entonces uno entiende por qué son capaces de trucar datos y de mentir tanto: quieren ser quienes deciden quién y cuántos tienen derecho a vivir. Otra vez, para sus defensores, el fin del totalitarismo justifica los medios.