El urbanazo
Cuenta Pilar Urbano que la entrevista fue tan acalorada que el pastor alemán de don Juan Carlos atacó a Suárez, y que el Rey tuvo que sujetarlo. No sé si la periodista se confunde, y en realidad el expresidente lo que le estaba contando era una metáfora del 23-F.
Cuenta Pilar Urbano que la entrevista fue tan acalorada que el pastor alemán de don Juan Carlos atacó a Suárez, y que el Rey tuvo que sujetarlo. No sé si la periodista se confunde, y en realidad el expresidente lo que le estaba contando era una metáfora del 23-F.
Cuenta Pilar Urbano que la entrevista fue tan acalorada que el pastor alemán de don Juan Carlos atacó a Suárez, y que el Rey tuvo que sujetarlo. No sé si la periodista se confunde, y en realidad el expresidente lo que le estaba contando era una metáfora del 23-F, y no un encuentro con el monarca.
Las nuevas revelaciones sobre lo que sucedió aquellos días han agitado de nuevo la paz falsa sobre la que descansa el régimen, porque el golpe de aquella tarde de febrero es mito fundacional de esta democracia, treinta y cinco años de paquidermia, que van desde el elefante blanco al de Botswana. La leyenda que hizo posible el juancarlismo nos presentaba al Rey vestido de capitán general, ordenando a las tropas regresar a los cuarteles. Así pasó de ser Juanito El Breve -como le llamaba Carrillo- a don Juan Carlos, flor y espejo del consenso y señor de la Transición.
Y ocurre con las leyendas que no es necesario que sean del todo ciertas, que es suficiente con que inspiren a los trovadores y sirvan para explicar al pueblo llano, con guiones pueriles, las complejidades de la política.
Cuando Tejero entraba en el Congreso gritando aquello de “¡En el nombre del Rey!” se inauguraba un tiempo nuevo, porque efectivamente a través del rey y en su nombre, con sus generales, con su ejército, se convertía la hasta entonces titubeante democracia en un proceso histórico inevitable. Don Juan Carlos era la figura idónea para liderar a esa generación educada en el franquismo, pero enamorada de la Europa del 68. Y era, a la vez -por su propio origen y por el mandato póstumo de Franco- la única persona capaz de doblegar a las estructuras más inmovilistas, que aceptaron la orden de suicidarse sin cuestionarla, como si fueran derrotados samuráis. O sea, el único capaz de azuzar al perro y luego poder sujetarlo.
El urbanazo no hará caer el régimen, por supuesto, lo tomaremos como una anécdota curiosa y la oligarquía lo silenciará en lo posible. Pero muchos de los que ahora callan, cuando crean que ha llegado su momento, agitarán sus páginas como si fueran banderas amoratadas, al son del himno de Riego.