Violencia y seguridad
Haga la prueba, pruebe a manifestar su opinión contra la violencia ejercida por los antidisturbios en alguna manifestación en las redes sociales y comprobará qué rápido recibe insultos y graves descalificaciones.
Haga la prueba, pruebe a manifestar su opinión contra la violencia ejercida por los antidisturbios en alguna manifestación en las redes sociales y comprobará qué rápido recibe insultos y graves descalificaciones.
Es curioso cómo en distintos lugares del mundo suceden hechos similares. Sin entrar en el debate de los distintos contextos y las distintas razones, lo que podemos ver tanto en Venezuela como en España, son manifestaciones ciudadanas aplacadas en algunos casos por excesiva violencia por parte de las Fuerzas de Seguirdad. A muchos les recuerda tiempos pasados y otros lo observamos como si viésemos una película en blanco y negro.
También es cierto que siempre se dan casos de manifestantes, que en principio participan como ciudadanos reivindicativos (en algunos casos los hechos han demostrado ser «compañeros» policías que aparentemente tienen la ingeniosa labor de calentar el ambiente para provocar la intervención policial y terminar así con la manifestación) y que acaban por atacar de manera violenta y romper el clima pacífico de la protesta ciudadana. En ningún caso cabe justificación para estos hechos. Y efectivamente, lo lógico sería proceder a la detención de estos individuos, separarlos del resto y permitir que la ciudadanía se manifieste de manera pacífica y cordial.
Sin embargo lo que viene sucediendo son respuestas brutales por parte de algunos policías, generando auténticas batallas campales que arrasan con cualquiera que pase por delante. En España ha habido casos tremendos de ciudadanos que han perdido miembros de su cuerpo y han sufrido lesiones que les acompañarán toda su vida.
Cuando se abre el debate siempre se trata de poner en el mismo nivel a las agresiones de los manifestantes violentos con las respuestas policiales. Pero aquí se olvida una cuestión: el ciudadano que incumple las normas básicas de civismo, deberá someterse a la ley, y en este sentido deben obrar los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (denuncia y en su caso, puesta a disposición judicial). Sin embargo, los antidisturbios, como su propio nombre indica, trabajan para garantizar que no se produzcan altercados, que la seguridad de la ciudadanía no corra peligro. Y francamente, viendo la actuación que están llevando a cabo últimamente, en muchos de los casos lo que vienen a generar es una escalada de violencia y confusión, poniendo en riesgo a más ciudadanos de los que protegen. ¿Para quién trabaja alguna de esta gente?
No se trata de generalizar, por supuesto que no. Hay miembros de la policía que no comparten estas actitudes y no las aplauden (y son precisamente los que trabajan al servicio de la ciudadanía). Sin embargo, haga la prueba el lector, pruebe a manifestar su opinión contra la violencia ejercida por los antidisturbios en alguna manifestación en las redes sociales y comprobará qué rápido recibe insultos y graves descalificaciones por alguno de ellos.
Resulta curioso, sin embargo, verles aguantando provocaciones en algunas celebraciones deportivas donde no responden y no sacuden ni disparan pelotas de goma. ¿Cuál es el criterio, entonces? ¿A quién protegen estos señores? Quizá algún día entiendan que ellos mismos están del lado de la ciudadanía, como trabajadores, como asalariados que pagan hipoteca y tienen que contribuir a crear un país mejor para toda su ciudadanía. Entonces veremos, espero, imágenes como aquélla en Portugal, donde los policías decidieron abrazar a los manifestantes y ponerse de su lado.