Magistrales dibujitos
Parece mentira que a estas alturas tengamos que seguir reivindicando los dibujos animados como una técnica cinematográfica de primer orden, que ha generado obras memorables. Viene esto a cuento del estreno de El viento se levanta.
Parece mentira que a estas alturas tengamos que seguir reivindicando los dibujos animados como una técnica cinematográfica de primer orden, que ha generado obras memorables. Viene esto a cuento del estreno de El viento se levanta.
Parece mentira que a estas alturas tengamos que seguir reivindicando los dibujos animados como una técnica cinematográfica de primer orden, que ha generado películas memorables bajo los sellos Disney, Pixar, DreamWorks, Blue Sky…, y sin la que no habrían sido posibles numerosas producciones de las últimas cuatro décadas. Viene esto a cuento del estreno de “El viento se levanta”, la última maravilla de Hayao Miyazaki, el patriarca del “anime” japonés, que se retira con 73 años tras haber realizado obras maestras como “Mi vecino Totoro”, “Porco Rosso”, “La Princesa Mononoke” o “El viaje de Chihiro”.
Ampliamente galardonada por la crítica, y candidata al Oscar y al Globo de Oro 2013 al mejor largometraje de animación, “El viento se levanta” toma su título de unos versos de Paul Valéry, y recrea la vida del genial ingeniero aeronáutico nipón Jiro Horikoshi (1903-1982), célebre sobre todo por el diseño del Mitsubishi A6M “Zero”, el avión usado por los kamikazes. Rememora su infancia, el terremoto de Kanto de 1923, la Gran Depresión, una epidemia de tuberculosis, la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial…
Sorprende la capacidad de Miyazaki para adaptar a una trama realista su poético estilo naturalista, lleno de recursos imaginativos, como los sabrosos insertos oníricos en torno al ingeniero aeronáutico italiano Gianni Caproni (1886-1957), al que Horikoshi admiraba profundamente. En este juego entre lo real y lo imaginado, Miyazaki exalta el trabajo bien hecho, se conmueve con el cariño de Horikoshi hacia su esposa enferma y disecciona el dilema moral del pacífico ingeniero ante el uso belicista de sus diseños. Todo ello, a través de una sensacional animación tradicional, reforzada por la nostálgica partitura de Joe Hisaishi. De este modo, Miyazaki culmina a lo grande su antológica carrera, reafirmándose como uno de los grandes humanistas del Séptimo Arte.