Cuando la educación es pecado
Casi nadie había oído hablar de Boko Haram hasta hace unas semanas. Este grupo terrorista lleva tiempo sembrando el odio en Nigeria. Un país tan pobre como olvidado por la comunidad internacional. Sólo el más atroz e inaudito acto terrorista lo ha devuelto a las portadas.
Casi nadie había oído hablar de Boko Haram hasta hace unas semanas. Este grupo terrorista lleva tiempo sembrando el odio en Nigeria. Un país tan pobre como olvidado por la comunidad internacional. Sólo el más atroz e inaudito acto terrorista lo ha devuelto a las portadas.
Casi nadie había oído hablar de Boko Haram hasta hace unas semanas. Este grupo terrorista lleva tiempo sembrando el odio en Nigeria. Un país tan pobre como olvidado por la comunidad internacional. Sólo el más atroz e inaudito acto terrorista lo ha devuelto a las portadas. El secuestro de 200 niñas en un colegio del país ha puesto rostro y nombre a Boko Haram y a su líder. Reconozco que ver su imagen reivindicando el rapto con esa sonrisa de oreja a oreja me ha erizado la piel y me ha encogido el corazón.
Su razón de ser no es un secreto. El propio significado de «Boko Haram» ilustra sus intenciones: «la educación occidental es pecado». Y ese fue el delito que cometieron las jóvenes secuestradas. Estudiar. Eso es todo.
Lo ocurrido ha pillado con el pie cambiado a Occidente que anda con un ojo puesto en Ucrania y otro en los mercados. Nadie parece saber como actuar. Las víctimas son nigerianas, los terroristas no tienen armas de destrucción masiva, no han puesto una bomba en la embajada de turno y tampoco han pedido un rescate a EEUU.
Habíamos aprendido a reaccionar ante «Al-Qaeda», nos habíamos acostumbrado al rostro amenazante de Bin Laden jurando acabar con los infieles, pero este nuevo líder de nombre impronunciable se ha puesto delante de una cámara para pedir a las mujeres que abandonen la escuela y se casen. Y que de no hacerlo, las secuestrará para esclavizarlas o venderlas como esposas. Una petición tan descabellada que parece haber desconcertado a los que tienen la capacidad de hacer algo.
¿No vale lo suficiente la vida de 200 niñas como para plantearse su rescate por la fuerza? ¿Y si fuesen 200 marines, o 200 turistas europeos, o incluso 20? Mejor no hacerse esa pregunta pero no hay que olvidar que la guerra también es esto. Más allá del cuerpo a cuerpo, las guerras buscan destruir. En este caso, las esperanzas de una nueva generación de mujeres que había encontrado en la educación un pequeño sueño: el de elegir libremente su destino.
Contra eso lucha Boko Haram. Y por muy irracional que sea su mensaje, al menos tienen claro cuál es su enemigo, y no es otro que la educación. Es la única que puede arrebatarles el control sobre sus mujeres. ¿Y nosotros? ¿Tenemos claro que son también nuestros enemigos? Los que deciden, todavía lo están pensando.