Que lo cacen pronto

Hace años conocí a un líder rebelde en una guerrilla africana. Da igual el país. En un asalto a un pueblo secuestraron a un montón de mujeres, y a las que no mataron las convirtieron en sus esclavas sexuales. Excepto a una.

Hace años conocí a un líder rebelde en una guerrilla africana. Da igual el país. En un asalto a un pueblo secuestraron a un montón de mujeres, y a las que no mataron las convirtieron en sus esclavas sexuales. Excepto a una. El rebelde se enamoró platónicamente de ella y la mantuvo secuestrada e intacta hasta que fue mayor de edad. Se casó con ella. Hoy, muchos años después, siguen juntos y tienen hijos. He estado en multitud de ocasiones con ellos y en apariencia son una familia feliz. Yo, mirándoles a los ojos, no me lo acabo de creer. “Soy muy feliz por dentro, pero por respeto al pasado no puedo sonreir por fuera”. Excusatio non petita.

Estoy seguro. A más de uno le hará gracia escuchar al astroso Abubakar Shekau, líder del grupo Boko Haram. Entre risas que delatan su ignorancia dice este asesino que las niñas que ha robado ya han sido liberadas. Porque las ha convertido al Islam. Y añade el gañán que tiene autorización de su dios, un dios menor desde luego, para poder venderlas al mejor postor. Eso sí, escoltado por fusiles AK47, los míticos Kalashnikov.

Este personaje no es capaz de adivinar nada humano en la vida, ni siquiera en la mirada de esta niña que recita forzada los primeros versos del Corán. Si algo no se puede escapar al sentir de nadie es lo que transmiten unos ojos obligados, y lo que esta niña nigeriana nos cuenta sin decirlo es un sufrimiento con el que no puede ni podrá estar de acuerdo. Ya le cuenten milongas y le prometan el cielo. Te pueden obligar a comer mierda, pero eso no significará nunca que te acabe gustando.

Que cacen pronto a este cerdo de Boko Haram, le den un cachete y lo encierren de por vida. Por animal.