THE OBJECTIVE
Patricia F. de Lis

Oda a los robots que viven entre nosotros

Es preferible soñar con robots capaces de realizar más trabajos peligrosos e indignos de cualquier ser humano, como bajar a una mina sin suficiente protección, recoger azufre en un volcán o buscar diamantes a cielo abierto.

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Oda a los robots que viven entre nosotros

Es preferible soñar con robots capaces de realizar más trabajos peligrosos e indignos de cualquier ser humano, como bajar a una mina sin suficiente protección, recoger azufre en un volcán o buscar diamantes a cielo abierto.

Este robot que toca la guitarra no es, en realidad, un robot. Es un autómata, una producto del marketing más que de la ciencia, pensado para salir en los periódicos y en los telediarios, gracias a ese aspecto que nos recuerda a las películas de las 80 y nos hace sonreír. Pero los robots son mucho más que esos seres humanoides que a veces aparecen en torneos de fútbol o, incluso, en misiones de la NASA. Los científicos a veces tienen que disfrazar sus auténticas invenciones y ponerles a desarrollar humillantes tareas bajo los focos para que conseguir fondos para la auténtica robótica: la que trabaja 24 horas, siete días a la semana, en tratar de mejorar nuestras vidas.

En España hay 31.741 robots, según la Asociación Española de Robótica, y la gran mayoría de ellos (más de 30.000) se emplean en la poco atractiva tarea de cargar y descargar, y de soldar. Es decir, sustituyen a los humanos en tareas de poco valor añadido y gran peligro. Nadie se ha preocupado por darle un aspecto humanoide a estos robots, los que trabajan cada día en nuestras fábricas y no tocan la guitarra. Nadie habla de ellos, ni protagonizan novelas o películas de ciencia-ficción, ni se les puede ver en álbumes de fotos en las redes sociales. Pero su trabajo incansable mejora nuestro día a día porque, gracias a ellos, podemos dedicar nuestras manos y nuestros cerebros a cualquier otra cuestión que no sea cargar, descargar y soldar.

Los robots humanoides nos gustan porque desafían nuestra imaginación, y nos trasladan a un futuro donde seres artificiales, pero con pinta de humanos, pueden llegar a trabajar, pensar e incluso sentir como nosotros. Ese futuro es muy relevante para los escritores o los guionistas de Hollywood. Para los demás, es preferible soñar con un futuro en que cada vez más robots sean capaces de realizar más trabajos peligrosos e indignos de cualquier ser humano, como bajar a una mina sin suficiente protección, recoger azufre en un volcán o buscar diamantes a cielo abierto.

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