Y Luis Enrique tomó partido
Luis Enrique pertenece a ese selecto grupo de futbolistas que han jugado para Dios y para el diablo. Ha vestido la camiseta de los dos grandes enemigos del fútbol español y parece que la experiencia en uno de los dos equipos le fue más grata que en el otro.
Luis Enrique pertenece a ese selecto grupo de futbolistas que han jugado para Dios y para el diablo. Ha vestido la camiseta de los dos grandes enemigos del fútbol español y parece que la experiencia en uno de los dos equipos le fue más grata que en el otro.
Luis Enrique pertenece a ese selecto grupo de futbolistas que han jugado para Dios y para el diablo. Ha vestido la camiseta de los dos grandes enemigos del fútbol español y parece que la experiencia en uno de los dos equipos le fue más grata que en el otro. A pesar de haber jugado una cuantas temporadas en el Real Madrid, el color blaugrana impregnó de forma más eficiente que el blanco en su corazón.
España es un país de tomar partido donde nos valen equidistancias. O eres del PP o del PSOE, de El País o del El Mundo, del Real Madrid o del Barcelona. Pobres de aquellos que osen a no tener todas sus certezas al día con su batería de argumentos y descalificaciones para el contrario a punto. Por eso Luis Enrique decidió un día renegar de su pasado madridista y hacerse más barcelonista que Joan Gamper. Gracias a esa decisión hoy es entrenador de uno de los mejores equipos del mundo.
Si se hubiera comportado con más caballerosidad, si hubiera hablado de lo maravilloso que es haber tenido la oportunidad de sudar las camisetas de los dos clubes más importantes de España, si no se hubiera enfrentado a la grada del Bernabéu, no estaría haciéndose fotos sonriente en el banquillo local del Nou Camp.
Yo soy de esos equidistantes y me va fatal, mucho peor que a Luis Enrique. No sé definirme como de derechas o de izquierdas, leo todos los diarios que puedo y aunque soy del Barcelona, no deseo que suceda un terremoto en la calle Concha Espina. Con el nuevo entrenador del equipo culé, los directores de los diarios deportivos de Madrid y Barcelona se frotan las manos.
Habrá muchas polémicas y guerras de declaraciones. Y todo porque un día al asturiano se le ocurrió tomar partido.