THE OBJECTIVE
Carme Barcelo

Besos, abrazos y desprecios

Para mí, que desde que le dio aquel beso a Sara Carbonero tras la consecución del Mundial en Sudáfrica, no ha habido ósculo más apasionado en la vida de Casillas que el que le estampó el sábado a Ramos. Un «cuatro en uno» que hubiera podido ser un «cero» como una catedral de no mediar ese gol de Sergio.

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Besos, abrazos y desprecios

Para mí, que desde que le dio aquel beso a Sara Carbonero tras la consecución del Mundial en Sudáfrica, no ha habido ósculo más apasionado en la vida de Casillas que el que le estampó el sábado a Ramos. Un «cuatro en uno» que hubiera podido ser un «cero» como una catedral de no mediar ese gol de Sergio.

Para mí, que desde que le dio aquel beso a Sara Carbonero tras la consecución del Mundial en Sudáfrica, no ha habido ósculo más apasionado en la vida de Casillas que el que le estampó el sábado a Ramos. En el tiempo de descuento, tras un grave error del portero, el defensa logró empatar, empujar a ambos equipos a la prórroga, masacrar al Atleti y llevarse la Champions a la casa blanca. Un «cuatro en uno» que hubiera podido ser un «cero» como una catedral de no mediar ese gol de Sergio.

Iker se lanzó sobre él en la que se convirtió en una de las imágenes de esta final y que vale más que las mil palabras que yo les pueda escribir. Porque Casillas se veía ya en las hogueras de las tertulias y los artículos de opinión tras la monumental «cantada» que propició el gol de Godín.

Desde el aterrizaje de Mourinho en el Real Madrid, el cancerbero ha vivido un tsunami de experiencias que van desde la suplencia a la paternidad pasando por sus mensajes crípticos en Instagram. El gol de Ramos desató las pasiones en el césped y en el palco. Aznar y Florentino Pérez protagonizaron la foto finish de la realidad que hemos vivido y vivimos en el fútbol y en los cenáculos político-financieros en los que se cuece algo más que un potaje. Ese buscarse ambos y encontrarse. Ese apretón de manos eufórico. Ese abrazo de poder a poder… Y llegó el 3-1 de Marcelo y Casillas se echó a llorar. Y el penalti que supuso el definitivo 4-1 llevó a Cristiano al paroxismo y a exhibir poderío muscular, menospreciando a un rival más guapo, más bueno pero menos rico que él. Y tras el pitido final, Varane completó la faena y lanzó el balón con rabia al banquillo perdedor. Desprecios de un chaval maleducado. Besos de un capitán noqueado. Y abrazos de seres superiores que quedaron retratados.

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