Mirar obliga a recordar

No estoy de acuerdo con que la fotografía debilite la memoria del que la toma. Es más, estoy convencido de que la refuerza. Porque muchas veces, mirar, obliga a recordar. Aunque no te guste.

Conocí a Kevin Carter en Sarajevo durante la guerra. Se me habían acabado los carretes de fotos que llevaba y él se prestó a regalarme algunos. No se los pude pagar, me había quedado también sin dinero en mitad de una ciudad sitiada. Yo hice mis fotos de novato y él continuó con su trabajo de corresponsal curtido.

No le volví a ver hasta encontrármelo en Ruanda, en el verano de 1994, después de que le premiaran con el Pulitzer por la famosa foto de la niña, que después resultó ser un niño, asediada supuestamente por un buitre esperando su muerte. Sucedió en Sudán. Kevin estaba hundido por las consecuencias que aquella fotografía había tenido sobre su vida. Hablamos sobre ella. “Me he quedado sin pareja, la relación con mi familia se ha estropeado y no tengo dinero para nada. Nadie lo ha entendido. Allí había mucha gente para ayudar a esa niña. Yo hice mi trabajo”, se quejó. Su trabajo era concienciar, contar al resto del mundo lo que estaba pasando. A través de sus ojos, de su cámara, de la fotografía. Sólo estuve con él un rato, luego le perdí de nuevo de vista.

Y días más tarde se suicidó en su país natal, Sudáfrica. Entre sus notas dejadas antes de morir se podía leer «estoy deprimido, sin teléfono, dinero para el alquiler, dinero para la manutención de los hijos, para las deudas. Estoy atormentado por los recuerdos vívidos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor, del morir, del hambre o los niños heridos… He ido a unirme con Ken, si tengo suerte». Ken era su amigo, asesinado mientras cubría un conflicto. Kevin tenía fama de ser un tipo raro, no me extraña, pero la mala interpretación de esa foto acabó con él.

Esa instantánea de Kevin está en la memoria de todo el planeta, una imagen que ha provocado millones de reacciones a lo largo de todos estos años. Sólo una foto.

No estoy de acuerdo con que la fotografía debilite la memoria del que la toma. Es más, estoy convencido de que la refuerza. Porque muchas veces, mirar, obliga a recordar. Aunque no te guste.