El tamaño sí importa
El oriental de la foto ha conseguido convertir su equipaje en un vehículo a motor. El invento tiene sus inconvenientes. Si en el aeropuerto te extravían la maleta, te pierden también el coche. No obstante, el ahorro de espacios es estimable en lugares como China.
El oriental de la foto ha conseguido convertir su equipaje en un vehículo a motor. El invento tiene sus inconvenientes. Si en el aeropuerto te extravían la maleta, te pierden también el coche. No obstante, el ahorro de espacios es estimable en lugares como China.
El oriental de la foto ha conseguido convertir su equipaje en un vehículo a motor. El invento tiene sus inconvenientes. Si en el aeropuerto te extravían la maleta, te pierden también el coche. No obstante, el ahorro de espacios es estimable en lugares como China, donde la superpoblación promueve el aprecio por lo minúsculo. De hecho, en Pekín esta prohibido jugar a la petanca porque por muy cerca que tires el boliche siempre te metes en el jardín del vecino.
Hubo tiempos en que se competía por el tamaño grande de las cosas. Eso es historia. Hoy, lo que se lleva es vestir tallas mínimas, poseer el smartphone más pequeño y hasta la cocina más considerada es esa en la que salsa se reduce y la tajada se encoge perdida en medio de un plato enorme.
Se impone el minimalismo. En política también. Las últimas elecciones europeas han sido, en España, las del triunfo de los pequeños. El nuevo David es ese mini partido ajeno a las macro estructuras de los Goliat más torpes, incapaces de esquivar la pedrada de una honda. Hay una nueva ola de políticos en edición de bolsillo, contrapuestos a los ejemplares de tapa dura para los que tradicionalmente se reservaba el mejor papel. No les está mal a los apoltronados profesionales de la cosa pública que un día llegaron a creerse tocados por el don de la inmunidad y la impunidad.
Tendrán que aprender que no son los jefes de 40 millones de españoles sino los empleados de 40 millones de jefes. Sin embargo, precaución con la máxima de los mínimos. Los electores no deberíamos dejarnos embriagar por esos efluvios demagógicos de los modestos molestos. Los grandes partidos tienen grandes problemas y los pequeños partidos, pequeñas soluciones. Y los microscópicos seguimos siendo los ciudadanos.