THE OBJECTIVE
Jeronimo Jose Martin

Dickens enamorado

Ha sido un sonado fracaso de taquilla en Estados Unidos, y la crítica especializada se ha dividido respecto a su calidad. Pero a mí me ha parecido un notable melodrama “The Invisible Woman”, segunda película como director del famoso actor inglés Ralph Fiennes.

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Dickens enamorado

Ha sido un sonado fracaso de taquilla en Estados Unidos, y la crítica especializada se ha dividido respecto a su calidad. Pero a mí me ha parecido un notable melodrama “The Invisible Woman”, segunda película como director del famoso actor inglés Ralph Fiennes.

Ha sido un sonado fracaso de taquilla en Estados Unidos, y la crítica especializada se ha dividido respecto a su calidad. Pero a mí me ha parecido un notable melodrama “The Invisible Woman”, segunda película como director del famoso actor inglés Ralph Fiennes, que debutó tras la cámara en 2011 con la discutida y shakesperiana “Coriolanus”. A partir del libro de Claire Tomalin, el guion de Abi Morgan (“Shame”, “La Dama de Hierro”) recrea la separación del famoso novelista Charles Dickens (Ralph Fiennes) de su esposa Catherine Thompson Hogarth (Joanna Scanlan) —con la que tuvo diez hijos—, y su insatisfactorio romance con la joven actriz Ellen Ternan (Felicity Jones), que le admiraba con entusiasmo.

Al igual que “Coriolanus”, “The Invisible Woman” goza de unas interpretaciones muy matizadas y de una esmerada puesta en escena, más bien hiperrealista, de sobria, serena y sustancial planificación, y bellamente envuelta por la densa fotografía de Rob Hardy y la melancólica música de Ilan Eshkeri. Brilla también el espléndido vestuario de Michael O’Connor, que optó al Oscar y al Bafta 2013.

Pero la fuerza de la película reside sobre todo en la perspectiva moral con que afronta los conflictos de sus personajes: Dickens y su amante, dominados por la vanidad y la pasión; y desolada por el abandono la sufrida esposa Catherine, cuyo patético personaje, inicialmente muy apagado, va creciendo en humanidad conforme se consuma el adulterio, hasta protagonizar una conmovedora escena de humillación y nobleza. Por eso resulta tan ambiguo y desencantado el desenlace del filme, decididamente alejado de la exaltación feminista o de la crítica convencional al puritanismo victoriano. Otra cosa es que, en efecto, la película parta de y culmine con una visión crítica del matrimonio como una esclavizante convención social. Pero eso no está nada claro, ni mucho menos.

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