Una rara abdicación
Un gran espectáculo, sí señor, se nos ofrece a los españoles con ocasión de la jura del nuevo Rey. Digo bien jura, y no coronación, como ahora es moda declarar. Por más que se abuse del símbolo y de la palabra Corona, en España nunca se han coronado los reyes.
Un gran espectáculo, sí señor, se nos ofrece a los españoles con ocasión de la jura del nuevo Rey. Digo bien jura, y no coronación, como ahora es moda declarar. Por más que se abuse del símbolo y de la palabra Corona, en España nunca se han coronado los reyes.
Un gran espectáculo, sí señor, se nos ofrece a los españoles con ocasión de la jura del nuevo Rey. Digo bien “jura”, y no “coronación”, como ahora es moda declarar. Por más que se abuse del símbolo y de la palabra “Corona”, en España nunca se han coronado los reyes. En su lugar, la fórmula castiza es que “juran” algún texto fundamental (Fueros, Constitución). Es una forma simbólica de decir que los reyes no reciben el poder de la Iglesia, sino del pueblo, y eso desde los visigodos.
Se me ocurre que, para estar al día, el nuevo Rey podría jurar el texto de la Constitución, escrito en una tableta electrónica. Así se obviaría el detalle de que el documento original lleva el escudo de Franco.
La carta de abdicación de Juan Carlos no es un modelo de precisión, a pesar de estar fechada el “02 de junio”. ¿Será la nueva notación de los documentos oficiales? Dice la carta que el Rey “abdica la Corona de España”. No hay tal Corona y menos “de España”. Habría sido mejor que el Rey dijera que “abdica de su condición de jefe del Estado en la persona de su hijo Felipe”. Otra cosa es que luego las Cortes ratifiquen esa cesión de derechos, previo juramento de Felipe, lo que daría paso a su proclamación, no a su coronación.
No entro a comentar el extraño hecho de que Felipe no sea propiamente el hijo mayor del Rey. En el entretanto, y desde hace mucho tiempo, las manifestaciones callejeras de la izquierda solo exhiben banderas de la II República, no de España. La tricolor es una bandera de un régimen, por cierto, efímero y desgraciado. Lo que digo son minucias, pero capitales.