Amar, no usar
Adokiye Kirian la ha liado. Esta cantante nigeriana, de 23 años, se ha ofrecido a la organización terrorista Boko Haram a cambio de la liberación de las 219 niñas secuestradas. Estremece escuchar sus declaraciones a una televisión.
Adokiye Kirian la ha liado. Esta cantante nigeriana, de 23 años, se ha ofrecido a la organización terrorista Boko Haram a cambio de la liberación de las 219 niñas secuestradas. Estremece escuchar sus declaraciones a una televisión.
Adokiye Kirian la ha liado. Esta cantante nigeriana, de 23 años, se ha ofrecido a la organización terrorista Boko Haram a cambio de la liberación de las 219 niñas secuestradas. Estremece escuchar sus declaraciones a una televisión: “Es muy injusto. Son demasiado jóvenes. Me gustaría ofrecerme a mí a cambio. Las están violando. Tienen entre 12 y 15 años. Soy más adulta y más experimentada. Incluso si me tienen que usar de 10 a 12 hombres todas las noches no me importa. Liberen a las niñas y devuélvanlas a sus padres”. Y la han puesto a parir en las redes sociales.
Yo no la voy a criticar. De inicio me ha parecido ejemplar. Parto de la base, inocente quizá, de creer que hay gente buena. ¿Por qué adelantarme a pensar que busca un minuto de gloria? Si fuera así contaría con mi desprecio. Pero la creo. Lo que ha hecho es estéril pero ejemplar. Para quitarse el sombrero. Heróico. A Adokiye el dolor de unos menores le revienta el corazón y el alma. A mí me sucede lo mismo. Pero detrás de ese mensaje bravo, épico, valiente, osado, está la oscuridad. No serviría para nada. No va a ablandar a los canallas. Pero probablemente hará pensar a más de uno de entre los millones a quienes este drama no les ocupa un segundo de su tiempo. Solo por eso merece la pena.
Lo que más me ha entristecido es como emplea la expresión “si me tienen que usar”.
Consecuencias de la educación recibida. En Nigeria. Pero sería igual quizá en Madrid, Nueva York o Londres. “Usar”, ha dicho. Esa concepción de la mujer y del sexo a la que me refería el otro día. La de quienes no saben hacer el amor porque prefieren comprarlo hecho. La de tantos que conciben a la mujer como un objeto de disfrute, porque nunca han disfrutado junto a una mujer. Y la posesión de otro ser humano. Tan perversa. Incluso tan psicópata. Tan machita, de macho incapaz de sentir más allá de su onanismo, solo o acompañado. Quiero creer en el buen corazón de Adokiye. Solo me gustaría que no se resigne a que nadie la use. Porque detrás de sus palabras adivino una formidable capacidad de amar. Una potente carga de dinamita de afectos que no merecen ser usados, sino compartidos.