¡Guapo, pijo!
Que un preso se haga famoso por guapo, y no por sus crímenes, me parece un insulto a todos esos profesionales de la maldad. Que tú estás defraudando dinero con la excusa de una ONG, y amparado en una corona, para que venga a quitarte titulares un pavo porque está bueno.
Que un preso se haga famoso por guapo, y no por sus crímenes, me parece un insulto a todos esos profesionales de la maldad. Que tú estás defraudando dinero con la excusa de una ONG, y amparado en una corona, para que venga a quitarte titulares un pavo porque está bueno.
Que un preso se haga famoso por guapo, y no por sus crímenes, me parece un insulto a todos esos profesionales de la maldad. Que tú estás defraudando dinero con la excusa de una ONG, y amparado en una corona, para que venga a quitarte titulares un pavo porque está bueno y tiene tatuajes. En España tira más una cara bonita que un programa electoral que se pueda cumplir y, si no, que le pregunten a Pablo Iglesias.
Con Podemos se ha recuperado una antigua táctica en política que supo usar muy bien Adolfo Suárez: la cara bonita del líder. Pablo Iglesias, con 50 kilos más, sería el vendedor de cómics de los Simpsons; como mucho, saldría en la sobremesa de antena 3. El resto de partidos se ha dado cuenta y ya se oye como IU quiere impulsar a Alberto Garzón y Pedro Sánchez disputa plaza en el PSOE. Sólo falta que el PP vuelva a recuperar los abdominales de Aznar.
Ser guapo es algo que te abre más puertas que un negro en los años 50. Lo vemos en política, en televisión… Hasta para dar las noticias te piden antes una talla 38 que una licenciatura (como le pasa a Sara Carbonero). Y no hace falta que sepas de qué va lo que narras (como le pasa a Sara Carbonero). Y a mí me parece bien porque periodismo lo hace cualquiera, (como podemos comprobar en la brío de la mayoría de los twitteros), pero conseguir ser guapa y graciosa a la vez es muy difícil y, a veces, involuntario (como le pasa a Sara Carbonero).
Los guapos triunfan porque el sentido que tenemos más desarrollado es el de la vista (esto no le pasa a Serafín Zubiri) y lo explotan al máximo mientras consentimos cual borregos; por eso siento admiración hacia esos seres atractivos que pasan de codearse con sus iguales y bajan el listón de «Rey de la Selva» a «topo» (como le pasa a Sara Carbonero). Ojalá esto se contagie a otras profesiones, porque si mañana tengo un accidente y muero al poco de entrar en urgencias, espero que la última cara que vea sea un George Clooney y no un señor gordo de 50 años. Que le den por saco a la experiencia y al saber hacer… que soy española… sólo quiero belleza.