Llorar de cine
No entiendo a los que dicen que ellos no van al cine para llorar y sufrir. A mí me encanta conmoverme hasta las lágrimas viendo una película, pues es señal de que sus personajes padecen dramas reales, son de carne y hueso.
No entiendo a los que dicen que ellos no van al cine para llorar y sufrir. A mí me encanta conmoverme hasta las lágrimas viendo una película, pues es señal de que sus personajes padecen dramas reales, son de carne y hueso.
No entiendo a los que dicen que ellos no van al cine para llorar y sufrir. A mí me encanta conmoverme hasta las lágrimas viendo una película, pues es señal de que sus personajes padecen dramas reales, son de carne y hueso, y no simples monigotes sin alma ni instintos. Pues bien, al que también le guste llorar en el cine que vaya corriendo a ver “Bajo la misma estrella”, del estadounidense Josh Boone (“Un invierno en la playa”), versión fílmica de la popularísima novela juvenil de su compatriota John Green. Desde enero de 2012, más de dos millones de personas ya han llorado con el libro; y desde hace un mes, la película ha recaudado casi 200 millones de dólares en todo el mundo.
Es cierto que este intenso melodrama —sobre el romance entre una chica y un chico, ambos adolescentes, guapos y sensibles, pero con cáncer terminal— tarda en arrancar, fuerza algunas situaciones, padece subtramas esquemáticas y alarga en exceso su lacrimógeno desenlace. Además, a ratos ofrece una visión superficial del sexo y la religión.
Pero también es verdad que la película no elude las preguntas radicales, y encara con valentía el sentido del sufrimiento, el destino y la providencia, la muerte y el más allá, el valor de la familia, el poder del amor “para siempre”… Todo ello, con un tono culto y profundo, elogioso de la educación, y en las antípodas del individualismo hedonista dominante. Además, está encarnado magistralmente por los jóvenes Shailenne Woodley y Ansel Elgort, cuyas matizadísimas interpretaciones rezuman veracidad. La guinda la pone la emotiva partitura original de Mike Mogis y Nate Walcott, y una generosa selección de excelentes baladas románticas. Vamos, que al lado de “Bajo la misma estrella”, “El diario de Noa” parece una tosca película bélica.