Una Fiesta más para Hemingway

El fundamento tradicional e histórico a San Fermín puede quedar a un lado, casi sin notarlo, pero vayamos más allá: una novela que catapultó como figura de su tiempo a Hemingway e hizo atrayente esta festividad a generación tras generación.

«Todo adquiría un tinte de irrealidad y parecía que nada de lo que pasara en esos días pudiera tener consecuencias». Así escribe Ernest Hemingway en el capítulo quince de Fiesta, su novela de 1926, cuando se refiere a los Sanfermines de Pamplona, esa tradición de toros que todos los 6 de julio empieza con el chupinazo.

Los demás días hasta el 14, según coinciden tanto españoles como extranjeros, son un descontrol: una ciudad sin ley donde la juerga y la diversión puede sobrepasar los límites. El fundamento tradicional e histórico a San Fermín puede quedar a un lado, casi sin notarlo, pero vayamos más allá: una novela que catapultó como figura de su tiempo a Hemingway e hizo atrayente esta festividad a generación tras generación.  

Muchos navarros se van de la ciudad porque no aguantan la fiesta. «Antes era muy local», comenta Sergio Marcalain, de sesenta años. «A un tío norteamericano se le dio por escribir sobre esto y ya ves ahora», sentencia, mientras ojea el libro que tengo entre manos. Por ello, creo que debería ser obligación fiestera, literaria y periodística la lectura de este libro para quienes asistiremos por primera vez, incluso para entender cómo discurre una Pamplona encantadora y distinta en esas páginas.

Para entender, sin dudas, que, por este libro y las visitas de su autor a esta ciudad, la fiesta de San Fermín es tan conocida en el mundo entero. Hemingway, periodista y miembro ilustre de la llamada Generación Perdida, redacta la novela crónica a crónica, no se pierde ningún detalle desde una melancólica Paris hasta la festividad al norte de España. La vive, la siente y la goza con cada borrachera, con cada café, con el encierro y con las corridas en la Plaza de Toros.