Algo encima
Tres chicos le estaban esperando en el primer cruce y en cuanto se detuvo en el ceda al paso, le dispararon hasta matarle. Por el pueblo. Era tal día como hoy y se llamaba Alberto Jaureguizar. Sólo era alguien más al que colocarle encima el cartel de enemigo del pueblo vasco.
Tres chicos le estaban esperando en el primer cruce y en cuanto se detuvo en el ceda al paso, le dispararon hasta matarle. Por el pueblo. Era tal día como hoy y se llamaba Alberto Jaureguizar. Sólo era alguien más al que colocarle encima el cartel de enemigo del pueblo vasco.
A los que matan en serie para enseñarnos el camino verdadero a todos los demás no se les olvida nunca poner algo encima de los muertos.
Fue tal día como hoy en 1982. Él no se lo ha contado a nadie, claro.
El día era gris como tantos días del verano en el norte. Da rabia mirar por la ventana por las mañanas y volver a encontrarse con el cielo nublado. Se levantó a las 8 de la mañana. Ese día tocaba traje de verano, gris con camisa blanca y corbata de nudo finito, que era como se llevaba entonces. Estrenaba unos mocasines azules que su mujer le había regalado hacía doce días por su 42 cumpleaños.
No quiso meter ruido al moverse por la casa. Sus hijos, de 14, 13 y 5 años, dormían. La mayor, de 15 años, llevaba unos días fuera. Su mujer preparaba el desayuno acostumbrado en la casa: huevos, beicon, tostadas, mermelada y café.
Siempre desayunaba con su mujer y hoy repasaban el plan del día, pasar primero por la oficina y después por el taller a que le echaran un ojo al Renault-10, que ya cumplía doce años y tenía que hacer muchos kilómetros. Después, volver a casa para coger a la “tropa” y llevarles hasta la casa de veraneo que su cuñada les había alquilado y en la que pasarían unas semanas juntos.
En el mundo, ajeno a ellos en ese momento, el alcalde de Barcelona, Narcís Serra, recibía a unos montañeros que se proponían ascender al Everest, la crisis crecía en el partido del gobierno, la UCD, se proyectaba construir la primera mezquita en España, la policía buscaba a un empresario secuestrado en Irún, y una cadena de 17 explosiones había alterado la noche en el País Vasco,…
No se puede saber qué pensamientos se le fueron encadenando hasta el momento en que comprobó que su viejo R-10 no arrancaba a la primera. Tardó, pero logró ponerlo en marcha. Tres chicos le estaban esperando en el primer cruce y en cuanto se detuvo en el ceda al paso, le dispararon hasta matarle. Por el pueblo.
Era tal día como hoy y se llamaba Alberto Jaureguizar. Sólo era alguien más al que colocarle encima el cartel de enemigo del pueblo vasco.