De simios y hombres
El sólido guion afronta grandes cuestiones existenciales la familia, la educación, el liderazgo, la integración racial, la ley moral, la paz , y desde un realismo optimista.
El sólido guion afronta grandes cuestiones existenciales la familia, la educación, el liderazgo, la integración racial, la ley moral, la paz , y desde un realismo optimista.
En 2001, Tim Burton falló con su remake de “El planeta de los simios”. Pero diez años después, el inglés Ruppert Wyatt acertó con “El origen del planeta de los simios”, notable precuela de la vieja saga fílmica inspirada en la novela del francés Pierre Boulle. Ahora, el neoyorquino Matt Reeves (“Monstruoso”, “Déjame entrar”) impulsa la nueva franquicia con “El amanecer del planeta de los simios”, estupenda fábula distópica, ambientada diez años después que su predecesora. Mientras los simios transgénicos han establecido una pujante colonia en un bosque cercano a San Francisco, la humanidad ha sido diezmada por un devastador virus atribuido a ellos. Un desafortunado incidente pone a ambas especies al borde de la guerra. El simio César (Andy Serkis) y el humano Malcolm (Jason Clarke) intentarán evitarla.
A más de uno decepcionará esta película, más dramática que bélica, cuyas secuencias más espectaculares se retrasan al desenlace y que asume siempre su condición de eslabón intermedio de una franquicia. Pero agradará a todo aquél que exija al cine algo más que impactantes efectos visuales y sonoros. Porque, aquí, el sólido guion afronta grandes cuestiones existenciales —la familia, la educación, el liderazgo, la integración racial, la ley moral, la paz…—, y desde un realismo optimista, alejado de ingenuidades buenistas, ecologismos radicales y fatalismos nihilistas.
Elogios especiales merecen de nuevo las apabullantes animaciones digitales de WETA Workshop, que completan mediante captura de movimiento los sensacionales trabajos vocales y gestuales de los actores Andy Serkis (el simio alfa César), Toby Kebbell (el adusto Koba) y Nick Thurston (Ojos Azules, el hijo de César). Tal es su calidad interpretativa que a menudo sus personajes animados transmiten más emociones que los interpretados por actores reales. Una sensación inquietante, que confirma que la magia del cine sigue viva…, a pesar de los pesares.