THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

Ni en lloviznita

La imagen de Erik de Castro dibuja un paisaje fantasmagórico. Un punto cinematográfico. Pero es real. La formidable fuerza de la naturaleza, que se arranca y embiste de pronto enfurecida.

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Ni en lloviznita

La imagen de Erik de Castro dibuja un paisaje fantasmagórico. Un punto cinematográfico. Pero es real. La formidable fuerza de la naturaleza, que se arranca y embiste de pronto enfurecida.

La imagen de Erik de Castro dibuja un paisaje fantasmagórico. Un punto cinematográfico. Pero es real. La formidable fuerza de la naturaleza, que se arranca y embiste de pronto enfurecida.

Sucede que cuando remacha su ataque en tierra de los nadie el estropicio es inmenso. Porque los nadie, que existen, y son mayoría en nuestro planeta, disponen de menos medios para hacer frente a estos ataques devastadores. Y fulmina, sus vidas y sus haciendas.

Los arboles se doblan, pero por el momento aguantan. Los tejados de la fotografía se mantienen en su sitio, pero otros habrán volado ya dejando a la intemperie decenas y decenas de hogares. Las modestas embarcaciones capean el temporal con su dignidad de la pobreza sabia en sus quehaceres salvavidas. Y se adivina a un hombre que sostiene la bandera roja. No se que representa, pero significa peligro, máximo peligro. Quizá van a la búsqueda de los compañeros desaparecidos. Ya han muerto más de 15.

El agua que despiden las olas, enhebrada a la bruma que ondea al viento, que ha superado los 250 kilómetros por hora, conforman una estampa sublime y pavorosa. Y adivino a los nadie de Filipinas, anegados por el viento. Y como los nadie de Galeano, siguen esperando que llueva a cántaros la buena suerte, y la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte.

Observo la foto y escribo en un hotel de Buenos Aires. Aquí, en las Villas, centenares de miles de nadie ven inundadas de lodazal sus calles de barro, y padecen el desbordamiento o el colapso de sus cloacas, en medio del hedor de la miseria. Me faltan pocas semanas para llegar a Filipinas. Con el equipo de Cuerdos de Atar, todos empeñados en que los nadie de todo el mundo dejen de serlo, recobren su nombre y su apellido, dejen de figurar en la crónica roja de la prensa local. En Buenos Aires, Filipinas, EEUU, Méjico, Colombia, El Salvador, Haití, España, Mali, Congo, Sudán del Sur o Camboya, en todo el mundo, los nadie andan pelados de billetes pero sobrados de dignidad, aunque se la saqueen cada día.

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