Del respeto y la verdad
Han sido unos días terribles estos seis que separan el comienzo del vuelo y la tragedia aquel jueves pasado de la llegada este miércoles a Holanda de los restos mortales aun no identificados.
Han sido unos días terribles estos seis que separan el comienzo del vuelo y la tragedia aquel jueves pasado de la llegada este miércoles a Holanda de los restos mortales aun no identificados.
Los cuerpos, nadie sabe si todos, de los 295 pasajeros del MH17, han hecho un largo y triste viaje que nada tiene que ver con el que habían emprendido los felices viajeros de todas las edades que abordaron aquel avión en el aeropuerto de Schipol para viajar a Kuala Lumpur. Han sido unos días terribles estos seis que separan el comienzo del vuelo y la tragedia aquel jueves pasado de la llegada este miércoles a Holanda de los restos mortales aun no identificados.
Cuando llegaron en vagones congeladores a la ciudad de Járkov en Ucrania oriental, habían escapado al menos ya del poder de unas bandas de milicianos que dieron todo un denigrante espectáculo de falta de piedad y brutalidad. Muchos de los cadáveres, muchos despedazados, habían pasado tres días a pleno sol, unos movidos y trasladados sin criterio de una parte a otra. Mientras, algunos otros pasaron las noches sin vigilancia tirados por los suelos y expuestos a las alimañas.
Pero lo más brutal no fue el trato que recibieron los muertos por parte de los responsables de su muerte, de unos miembros de bandas mafiosas y mercenarios del submundo. Ellos y todos saben que sin la ayuda y el apoyo masivo de las tropas de allende la frontera, las administraciones separatistas pro rusas habrían tenido una existencia muy fugaz. Es decir, Putin mantiene invadida Ucrania. Y no solo en Crimea. La brutalidad de la soldadesca que el Kremlin dirige de forma apenas velada fue la última pesadilla de los familiares de las víctimas. Cuando lograron escapar de la manos de quienes no solo son rudos, sino saben estar delinquiendo, los cadáveres emprendieron el viaje de retorno al respeto y la piedad, hacia la patria occidental de muchos.
Ahora Holanda está en estado de conmoción como tantas otras sociedades habituadas a vivir sin traumas lo que llaman tolerancia y es indolencia general. Y se pregunta la población holandesa consternada, por qué dejamos que todo fuera tan lejos, por qué la brutalidad demostrada por Putin en Crimea fue aceptada por Holanda y los demás sin apenas rechistar. Solo días antes del derribo del MH17 había sido condenada Holanda por la entrega que hicieron sus Cascos Azules en Bosnia de 300 bosnios. Todos estos bosnios fueron asesinados con cerca de 8.000 más, por las tropas serbias de Ratko Mladic y Radovan Karadzic en julio de 1995. En realidad, siempre ha fallado lo mismo. Ha fallado la disuasión frente al mal. Ha fallado la verdad. El engaño de toda Europa occidental frente a Putin es el mismo engaño de los Cascos Azules holandeses frente al general Mladic.
Ejercitemos ahora ahora la piedad hacia los muertos, démosles el respeto que les negaron sus asesinos. Pero también a los vivos y a su libertad y sus derechos nos debemos los europeos a nosotros mismos esa piedad y el respeto que otros les niegan. Y nos debemos la verdad. Y es que todo apaciguamiento del mal es complicidad con el mismo.