Carta abierta

Lo primero perdón. Te pido perdón por la indiferencia con la que el mal llamado primer mundo te trata. La superioridad de los que creemos vivir en un mundo mejor nos hace pensar que tu hambruna, tus luchas continuas con la muerte a la que vences día a día, a nosotros no nos afectan.

Lo primero perdón. Te pido perdón por la indiferencia con la que el mal llamado primer mundo te trata. La superioridad de los que creemos vivir en un mundo mejor nos hace pensar que tu hambruna, tus luchas continuas con la muerte a la que vences día a día, a nosotros no nos afectan. Lo siento. Siento mucho los dirigentes que nos gobiernan, por no evitar (de verdad) tus penurias. Igual nosotros merecemos gobernantes así, nunca vimos (o no quisimos ver) la cara amarga del derroche, del gasto desmesurado y lo que la carencia en educación y cultura trae a una población (esto último aún no lo hemos vivido en todo su esplendor, danos tiempo); pero tú no mereces jefes de Estado así.  

Tú mereces sobrevivir, poseer una vida digna, tener la posibilidad de ir a la universidad. Vives en un país de 4 millones de habitantes de los que 3,2 millones necesitan asistencia humanitaria y 1,5 ha tenido que desplazarse. Estos números son más que cifras, son personas en lucha continua ante la desnutrición y en busca, segundo a segundo, de un lugar para vivir. El conflicto y las revueltas de Sudán del Sur amenazan con una guerra interna difícil de solventar.

Tu país es el tercer estado con más petróleo de África y me atrevería a afirmar que el crudo negro es para muchos occidentales la única causa por la que mover su gordo trasero de la silla.Te pido perdón porque estas líneas es lo poco que puedo hacer en este momento para mostrarte mi indignación, me sentiría halagada si este escrito algún día llega a tu poder. Eso significaría que tendrás acceso a Internet y un smartphone, ordenador o cualquier dispositivo tecnológico con conexión a la nube. Eso significaría que tu vida habrá cambiado.