A la rica deuda
¡Qué ironía! Los ciudadanos eligen a los políticos, los políticos rescatan a los bancos con el dinero de los ciudadanos, los bancos no devuelven el dinero y le siguen cobrando a los ciudadanos sus deudas.
¡Qué ironía! Los ciudadanos eligen a los políticos, los políticos rescatan a los bancos con el dinero de los ciudadanos, los bancos no devuelven el dinero y le siguen cobrando a los ciudadanos sus deudas.
El que dijo que «toda deuda debe ser pagada» probablemente antes se había reunido en un despacho con Botín. En España nadie se salva de pagar excepto los que tienen dinero… ¡Qué ironía! Los ciudadanos eligen a los políticos, los políticos rescatan a los bancos con el dinero de los ciudadanos, los bancos no devuelven el dinero y le siguen cobrando a los ciudadanos sus deudas. Pero condonan los préstamos a los políticos. Adivina quién es la puta, quién el proxeneta y quién el banco.
El ciudadano español tiene una gran deuda… con su inteligencia. Cada día que pasa estamos un paso atrás en la cadena evolutiva. Hemos creado nuestra existencia alrededor de una sola cosa: pagar dinero a los bancos. Llámalo casa, coche, móvil o vacaciones, los bancos se han erigido como el dios que gobierna nuestras vidas y al que hay que pagar el diezmo («noventazmo» diría yo) para poder seguir respirando, porque en el mismo momento en el que no podemos hacer frente a la deuda nos ahogamos de tal modo que algunos llegan incluso a quitarse la vida. La enfermedad que más nos hace sufrir no es el cáncer o el sida, es la deuda. Y, por desgracia, la única cura nos es inalcanzable: el sentido común.
Me incluyo en ese grupo. Mi hipoteca va a pasar conmigo más años que cualquier novio, me va a costar más dinero que cualquier hijo y la voy a odiar más que a cualquier suegra. Se va a llevar los mejores años de mi vida para que los disfrute Botín que, como a Casillas, le caen pelotazos por todos los lados. Sólo que los de Botín son muy rentables.