THE OBJECTIVE
Leopoldo Abadia

La locura, sin elogios

John Kerry anda de aquí para allí, con sensación de fracaso. Ban Ki-moon se cruza y entrecruza con Kerry, con la misma sensación. Unos y otros siguen matándose.

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La locura, sin elogios

John Kerry anda de aquí para allí, con sensación de fracaso. Ban Ki-moon se cruza y entrecruza con Kerry, con la misma sensación. Unos y otros siguen matándose.

“La locura debe terminar”, dice la ONU. Y también lo digo yo, porque para decirlo no hace falta ser un genio.

John Kerry anda de aquí para allí, con sensación de fracaso. Ban Ki-moon se cruza y entrecruza con Kerry, con la misma sensación. Unos y otros siguen matándose.

En 1511 se imprimió “El elogio de la locura”, de Erasmo, que lo escribió un par de años antes, cuando estaba de visita en casa de Tomás Moro. Ninguno de los dos estaba loco. Ninguno de los dos era un loco peligroso.

Dicen que Erasmo se inspiró en “De triumpho stultitiae” de Faustino Perisauli.

Me gusta más este segundo título, porque la locura puede ser positiva. La estupidez siempre es negativa. Estamos en eso, en la estupidez criminal de mucha gente que arrastra a muchos más a morir estúpidamente. Y, en cuanto mueren, a hacer entierros espectaculares, no sé si para honrar al difunto o para que los niños aprendan que los malos son los otros y que tienen que dedicar su vida a hacerles todo el daño que puedan.

Hay un premio Nobel de la Paz, que, por cierto, se lo dieron a Arafat y a Rabin. Quizá habría que dárselo a Netanyahu y al jefe de Hamas, que no sé cómo se llama, a ver si así se animaban y dejaban de hacer el bestia.

Y si, humildemente, reconocen que no se lo merecen, que lo acepten pensando que a Obama también se lo dieron, cuando, prácticamente, no se había sentado todavía en su despacho.

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