Un virus peor que el ébola
La demagogia es el virus, el resentimiento es el virus, comprobar que los demás hacen lo que tú solo predicas es la terrible enfermedad del progresista. A este religioso le odian por hacer el bien en nombre de Cristo.
La demagogia es el virus, el resentimiento es el virus, comprobar que los demás hacen lo que tú solo predicas es la terrible enfermedad del progresista. A este religioso le odian por hacer el bien en nombre de Cristo.
Volcarnos en cuidar a un buen hombre enfermo, contagiado del virus contra el que luchaba, infectado por el mismo dolor que padecían los pobres a los que quiso servir, es lo mejor que puede hacer una sociedad por un compatriota…
Los sectarios que en cada ocasión buscan argumentos para construir su demagogia no han tardado en intentar estropear el mejor gesto de la Marca España en su historia: cuidar de uno de los nuestros. Los únicos comunistas que hay en África son los magnates de la tiranía que quieren explotar sus recursos naturales a cambio de exportar su esclavitud. Demostrar que la superioridad moral de la izquierda es un castillo de naipes tiene un precio. Es demasiado fácil, y también inútil, creer que el mundo se arregla citando retóricas de hace doscientos años.
La demagogia es el virus, el resentimiento es el virus, comprobar que los demás hacen lo que tú solo predicas es la terrible enfermedad del progresista. A este religioso le odian por hacer el bien en nombre de Cristo, por llevar el amor al límite que supone dar la vida por los hermanos: lo que ellos nunca harán. Mareas blancas, puro chapapote en sus motivaciones, no quieren cuidar al sacerdote con excusas varias, todas manipuladas para buscar el aplauso de la plebe. Lo público para la izquierda es sólo para ellos. No extraña en quienes aún revindican un pasado de odio escrito con asesinatos de religiosos al cuidado de los más enfermos y de los más miserables.
Justificaron pagar millonarios rescates a piratas para salvar a egocéntricos aventureros advertidos de los peligros, callaron siempre sobre los escándalos de corrupción de los suyos, financiaron extrañas alianzas con los enemigos de nuestra civilización y de nuestra cultura, pero no debe haber un solo euro para calmar las dolencias de un santo. Así son y así han querido mostrarse: portadores de una infección moral. Padecen el virus que infecta el alma de los resentidos y ése es mucho peor que el ébola…