Cervezas y rubias
Esta mañana he hecho la prueba y he desayunado con cerveza. Después me he saltado tres semáforos y un policía me ha puesto un multón. Pero no me importa: estoy casado con una rubia que está buenísima, mucho más que la de ayer. ¿O es la misma?
Esta mañana he hecho la prueba y he desayunado con cerveza. Después me he saltado tres semáforos y un policía me ha puesto un multón. Pero no me importa: estoy casado con una rubia que está buenísima, mucho más que la de ayer. ¿O es la misma?
“Si eres rubia y deseas que tu cabello tenga hermosos reflejos, rocía cerveza sobre tu pelo; esto hará que tu pelo se aclare y tenga tonos naturales”. Confieso que esta referencia que he encontrado en un blog de belleza no me es desconocida. Recuerdo a mi hermana y a sus amigas en la adolescencia haciendo experimentos similares con claras de huevo y otros mejunjes adoptados por leyendas más o menos urbanas y rectas de abuelas más o menos solventes.
Han pasado muchos años y aquellas rubias no se han quedado calvas. Así que al menos aunque no notamos ningún reflejo mágico en su cabello, tanta cerveza utilizada como sustitutivo del champú no parece haber tenido efectos secundarios.
Parece ser que algunos científicos -me imagino que subvencionados por Heineken o el grupo Modelo, dueño de la famosa Corona- siguen buscando otros usos a la cerveza, más allá del simple y placentero de refrescarte el gaznate, como dirían en un TBO de Mortadelo y Filemón.
Un estudio de las universidades de Saint Andrews y Glasgow asegura que los hombres, tras beber unos 700 mililitros de cerveza encuentran un 25% más atractiva a su pareja. El efecto –concluyen- también funciona con las mujeres.
Esta mañana he hecho la prueba y he desayunado con cerveza. Budweiser, una suavecita muy americana, y he comprobado que es cierto. Después de beberme dos tercios y casi un tercero –para cuadrar los 700 mililitros- me he ido de mi casa más feliz que una perdiz después de intentar besar a mi esposa, que me ha hecho una cobra al grito de “qué asco, hueles a alcohol”.
Después me he saltado tres semáforos y un policía –que afortunadamente no me ha hecho la prueba de alcoholemia- me ha puesto un multón. Pero, saben que les digo, que no me importa: estoy casado con una rubia que está buenísima, mucho más que la de ayer. ¿O es la misma?