Saltos arriesgados
Se trata de una tradición que cada año reúne a centenares de personas a orillas del río Soca. Viajamos hasta Eslovenia, a un pequeño pueblo llamado Kanal ob Soci que cada mes de agosto adquiere notoriedad por su concurso de saltos.
Se trata de una tradición que cada año reúne a centenares de personas a orillas del río Soca. Viajamos hasta Eslovenia, a un pequeño pueblo llamado Kanal ob Soci que cada mes de agosto adquiere notoriedad por su concurso de saltos.
Se trata de una tradición que cada año reúne a centenares de personas a orillas del río Soca. Viajamos hasta Eslovenia, a un pequeño pueblo llamado Kanal ob Soci que cada mes de agosto adquiere notoriedad por su concurso de saltos. Se trata de lanzarse al vacío desde una altura de 17 metros y mostrar así la destreza de los participantes a la hora de realizar piruetas en el aire.
Al leer sobre este certamen popular no he podido evitar recordar lo que vi hace dos semanas atrás en una calita de la Costa Brava entre Sant Antoni de Calonge y Platja d’Aro. Un pequeño rincón de la naturaleza de mar cristalino que invita a sumergirse en sus frías y atractivas aguas. Y de repente, en medio de aquel pedazo de paraíso, un golpe seco precedido de unos gritos. Unos muchachos, niños entre ellos, saltaban desde lo alto de las rocas hacia el mar. “¿Te atreves?” era lo que se oía.Los chicos lograron copar la atención de los bañistas, aunque gran parte de ellos observaba la escena con el rostro horrorizado. Cierto es que cuando eres pequeño no entiendes de peligros, pero era evidente que uno de aquellos saltos podría acabar en tragedia.
Inevitablemente, pensé en el caso de Ramón Sampedro, alguien totalmente desconocido para aquellos atrevidos saltadores que no llegaban a los 15 años. No sé donde estarían los padres de estos jóvenes, si serían conscientes de que sus hijos se juegan la vida como si de un pasatiempo se tratara. Tal vez haría falta un servicio de seguridad que recorriera las playas para asegurarse de que nadie sigue cometiendo estas imprudencias que, desgraciadamente, acaban costando la vida a más de uno. Lanzo la idea al viento para que muchos jóvenes no acaben como el malogrado Sampedro.