Nos toca decidir, ¿orgias sí, o no?
El tipo parece un turista normal, con su cámara y su mapa, en plena Puerta del Sol madrileña. Escudriña entre el intrincado laberinto de calles del centro de Madrid cómo llegar a su próximo destino.
El tipo parece un turista normal, con su cámara y su mapa, en plena Puerta del Sol madrileña. Escudriña entre el intrincado laberinto de calles del centro de Madrid cómo llegar a su próximo destino.
El tipo parece un turista normal, con su cámara y su mapa, en plena Puerta del Sol madrileña. Escudriña entre el intrincado laberinto de calles del centro de Madrid cómo llegar a su próximo destino. Quizá se sentará en una cafetería y se gastará dos o tres euros en una cerveza y un churro –sí, los guiris toman churros a todas horas y con cualquier bebida, como si fueran un alimento en peligro de extinción-. Quizá vaya también al Museo del Prado y pague su entrada. Y, por la noche, puede que afloje nueve o diez euros en tapear por ahí.
Sumada la cerveza, los churros y el hotel, cada turista extranjero se ha dejado en España una media de 111 euros diarios. Durante los primeros seis meses de 2014 nos 26.345 millones de euros, un 7,8% más que el año anterior. Eso es la media, porque luego están los extremos. Por arriba, los potentados rusos, árabes y chinos (que se dejan miles de euros en cada visita) no sólo no nos preocupan sino que les hacemos la ola y el pino puente si hace falta. Pero por abajo, por abajo, el turismo del todo incluido con borrachera es el que está destrozando la buena imagen de nuestro país.
Las orgías de drogas, alcohol y sexo (¿recuerdan las felaciones a cambio de bebida gratis?) en algunas zonas de Mallorca, sobre todo de Magaluf, han sido portada esta última semana del diario más leído en el Reino Unido, The Sun. Sexo en la playa, titulaba el tabloide, con la explícita fotografía de dos jóvenes en pleno acto sexual en la playa, ante cientos de personas, vitoreados por sus compatriotas, mientras que el resto de turistas y los propios mallorquines se horrorizaban con la escena.
En el barrio barcelonés de la Barceloneta, un tradicional barrio marinero edificado junto a la playa hace 400 años, los vecinos han decidido que ya está bien. En la zona operan cientos de apartamentos ilegales que se alquilan a turistas, la mayoría jóvenes ávidos de playa y alcohol. Chicos que bajan desnudos a comprar al supermercado, que alivian sus intestinos en cualquier lugar y hasta altas horas, que se cuelgan de las azoteas en peligrosas maniobras quasi suicidas, que martirizan al resto con sus juergas hasta que caen rendidos al amanecer.
Gastan poco, muy poco, y molestan mucho. Muchísimo. Pero, lo que es más importante, ofrecen una terrible imagen para el resto de turistas que pretenden visitarnos. ¿Quién querría ir a una localidad donde es imposible dormir por las noches, donde te encuentras a jóvenes desquiciados por las drogas y el alcohol a cualquier hora, o donde tus hijos pueden ver actos sexuales a plena luz del día?
Así que… ¿no es hora ya de apostar por el turismo de calidad¿ ¿No es hora ya de un plan renove de todas esas zonas de borrachera barata?