Ser periodista en tiempo de guerra
El periodista, esa figura que es capaz de denunciar los horrores del mundo de lugares tan lejanos que una gran parte de la población jamás llegará a pisar, esa figura que es capaz de darle voz a los que no la tienen
El periodista, esa figura que es capaz de denunciar los horrores del mundo de lugares tan lejanos que una gran parte de la población jamás llegará a pisar, esa figura que es capaz de darle voz a los que no la tienen
El periodista, esa figura que es capaz de denunciar los horrores del mundo de lugares tan lejanos que una gran parte de la población jamás llegará a pisar, esa figura que es capaz de darle voz a los que no la tienen… El periodista. Para el reportero Julio Alonso, se trata de “gente corajuda y, al mismo tiempo, adicta a la adrenalina”. La información puede ser un arma letal, pero las guerras serían todavía peores si no hubiera periodistas que estuvieran ahí para contarlas.
La vida de un corresponsal de guerra: un continuo riesgo que corren cada día, cada segundo, en cada sueño. Pérez-Reverte lo definía muy bien en Territorio Comanche: “pueden ser blanco de un francotirador aburrido, tropezar con una granada de mortero, pisar una mina olvidada, encontrase con una bala que aún no tenía destinatario o reventar haciendo una entrevista”.
Viven bajo la amenaza constante y lo único que se espera de ellos es que informen, manteniéndose ajenos a las desgracias que están viendo con sus propios ojos. Sin duda, si se quiere informar, hay que estar donde se mata, pero también donde se muere. Un periodista tiene más posibilidades de vivir que los individuos que está filmando, pero a veces también muere…cuando no le asesinan. Recordemos al hace apenas unos días vivo James Foley. Y a veces también le secuestran y, si tiene suerte, le liberan después de un tiempo, como a Peter Theo en Siria el pasado día 25.
El problema que se plantea es la lucha paralela que se libra entre el derecho de informar, las necesidades militares y los intereses políticos. Dije siempre que ser periodista era darle voz a la libertad, pero a veces esa voz lapida la de uno, privándole de la mayor manifestación de libertad que existe, que es la vida.