El bastón de resina

Cuando eres pequeño te crees todo lo que te cuentan. La imaginación del niño que cuando ve una película de superhéroes piensa que también conseguirá lo que se proponga con una supuesta fuerza extraña y sobrenatural.

Cuando eres pequeño te crees todo lo que te cuentan. La imaginación del niño que cuando ve una película de superhéroes piensa que también conseguirá lo que se proponga con una supuesta fuerza extraña y sobrenatural. Que cada vez que va al médico, a la peluquería o al supermercado llega a casa para imitarlos a todos. Admiración por los adultos, que tienen una especial destreza para desempeñar su trabajo y que con la mente inexperta del niño es difícil repetir con éxito. La realidad después será diferente. Pero era ese bastón de resina el que más ensimismado tenía a ese niño con mirada de querer saber.

Ese artilugio contenía el mosquito que encerraba el ADN de los dinosaurios. Con 8 años crees que tú también encontrarás el mosquito clave que guarda los eslabones de la recuperación de esa especie que hasta no sé qué punto sería bueno hacer resucitar. Rascas las cortezas de los árboles buscando el material que podrá hacer cambiar el ritmo natural. Y cuando las historias están bien contadas el niño las sigue al pie de la letra. Pero el adulto, al menos durante dos horas y media, también. Ese hombre de aspecto afable era el dueño de ese bastón. El responsable de ese parque de ensueño, la figura de Attenborough.

Y con ese descubrimiento inicial llegaron todos los demás. Jurassic Park era su momento culmen, pero antes había mucho más. Lord capaz de enseñar la vida de un modelo de cambio social en 188 minutos: Gandhi. O La gran evasión. Y el desarrollo cognitivo de los niños que buscan mosquitos con sangre de bestia prehistórica. Y el mito hecho hombre, la primera piedra del modelo de imitación para la India del futuro. Encerrada en un bastón de resina, y bajo el poder del niño que se ha hecho mayor y lo sujeta con fuerza, buscando algo más que injusticia.