Como a putas
Mientras sigamos mirando así a las víctimas, como génesis de la culpa, seguiremos sin atacar la raíz del problema
Mientras sigamos mirando así a las víctimas, como génesis de la culpa, seguiremos sin atacar la raíz del problema
«Si es tan importante que no os roben fotos así, no os las hagáis con el móvil». A raíz de la filtración –curioso verbo- de fotos íntimas de más de cien actrices y modelos hemos leído comentarios como este, y muchos similares, en redes, webs y blogs. La noticia, por cierto, está entre las más leídas de cualquier web, aparece en todos los medios y en todos los soportes y sus víctimas han sido ‘trending topic’ durante más de 24 horas.
Pero esas fotos, y su divulgación, no las retratan a ellas. Nos retratan a nosotros.
Nos retratan porque usamos el verbo filtrar, y no robar. De alguna manera, la filtración nos exonera. Porque ya no hay un ‘hacker’ que se ha hecho con las imágenes, un grupo de colaboradores que las ha subido a la red, miles –millones- de ciudadanos que las han difundido a través de enlaces, ‘retuits’ y mensajes por WhatsApp. Estaban allí y las vimos. Nos retratan porque las convertimos en lo más visto y comentado del día, pero no porque hayamos clickado en tal o cual enlace, sino porque estaban allí, como si surgieran de la nada. Y nos retratan porque nos falta el valor y la decencia y nos sobra el machismo y el descaro para llamar a esa filtración por su nombre: violación. De la intimidad, pero violación. Violar es, según la RAE, «tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad» ¿Acaso no hemos tenido acceso a la intimidad carnal de ese centenar de mujeres en contra de su voluntad?
Es penoso descubrirnos tan morbosos, tan obscenos y tan condescendientes cuando hay carne de mujer de por medio. Mientras sigamos mirando así a las víctimas, como génesis de la culpa, seguiremos sin atacar la raíz del problema. Que no es, hablando al fin claro y sin literatura, que se vistan como putas. Es que las miramos como a putas. Ésa es la cuestión y no otra.