El mundo en vilo
Barack Obama ha llegado a Europa en un momento que podría calificarse de tormenta perfecta de los efectos de su paso por la historia. No vamos a echar aquí la culpa de todos los dramáticos acontecimientos al actual presidente de los Estados Unidos.
Barack Obama ha llegado a Europa en un momento que podría calificarse de tormenta perfecta de los efectos de su paso por la historia. No vamos a echar aquí la culpa de todos los dramáticos acontecimientos al actual presidente de los Estados Unidos.
Barack Obama ha llegado a Europa en un momento que podría calificarse de tormenta perfecta de los efectos de su paso por la historia. No vamos a echar aquí la culpa de todos los dramáticos acontecimientos al actual presidente de los Estados Unidos. No haremos como quienes acusaban a su antecesor de ser poco menos que culpable de los ataques del 11S a las Torres Gemelas. Lo cierto es que las ansias de este presidente de hacer siempre lo contrario de lo que suponía habría hecho George W. Bush, sí están en el origen de gran parte de nuestros males. Las ganas de retirarse de los conflictos por el ancho mundo y hacer un triunfal retorno al más cómodo aislacionismo han podido más que la responsabilidad que era exigible del líder de la primera potencia mundial y del mundo libre. Así, los Estados Unidos de Obama se han retirado produciendo huecos que han ocupado enemigos del mundo libre. Y en la retirada se ha dejado en la estacada a amigos y aliados que han sufrido la brutal venganza del crecido enemigo común.
Quizás todo empezara en El Cairo con aquel discurso lleno de adanismo y buenas intenciones con el que Obama quería transmitir al mundo árabe que él no era Bush, sino una persona infinitamente mejor, más dialogan y tolerante. Como eso no importaba en la región a nadie, todos recibieron el primer mensaje de la debilidad como un acicate para atacar a los aliados de EEUU o dejar de serlo. Después llegó aquello de la línea roja de las armas químicas que nadie debía traspasar porque él lanzaría el peso de los EEUU contra el violador. Y cuando el régimen de Bashir el Assad uso las armas químicas, Obama incumplió su promesa y dejó en evidencia a la primera potencia. Pero además lo hizo públicamente bajo la presión del presidente ruso Vladimir Putin. Aquello tiene mucho que ver con que hoy el presidente de Alemania, Joachim Gauck, su ministro de exteriores, Frank Walter Steinmeier, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen y el exprimer ministro de Rusia Mijail Kasianov coincidan en que estamos ante una inminente amenaza de desmoronamiento del orden de paz internacional. Rusia cambia las fronteras internacionales por la fuerza y anexiona territorios como lo hacían Hitler y Stalin. Y que las democracias están hoy tan dubitativas en Europa como hace 75 años, con el agravante de que hoy son muchas más y más fuertes. En Oriente Medio, un inmenso ejército de bárbaros fanatizados cambian las fronteras postcoloniales y siembran el terror y el caos mientras los principales aliados que aun tiene EEUU en la región callan o actúan por su cuenta.
Es un ejército que tiene toda Europa invadida de comandos durmientes. Y que se extiende y multiplica por medio de un proselitismo al que no sabemos poner coto. Ni frente a Putin ni frente al islamismo bárbaro tiene el mundo libre un discurso de lucha y convicción, de aplomo, respeto y defensa de los propios valores e ideales. Cuando no hay en el mundo ningún valor mayor y mejor por el que morir que la libertad, las nuevas generaciones en las sociedades libres, ciegas en la convicción de que sus privilegios son derechos inalienables, se niegan a defender la libertad, se niegan a defenderse ellos mismos. Obama parece a veces el más inconsciente de todos. En todo caso, el deterioro de algunos frentes en la convivencia mundial es tan grave y acelerado que quizás muchos ilusos estén más cerca de lo que creen de saber lo que es realmente luchar por salvar algo o perderlo todo.