Eres un falso
El afán por salirse de lo común de estos orientales es el mismo instinto social que lleva a Miley Cyrus a lamer un martillo en un videoclip (que tampoco sé muy bien lo que significa) o a Lady Gaga a enfundarse en un traje hecho con filetes.
El afán por salirse de lo común de estos orientales es el mismo instinto social que lleva a Miley Cyrus a lamer un martillo en un videoclip (que tampoco sé muy bien lo que significa) o a Lady Gaga a enfundarse en un traje hecho con filetes.
No sé qué puede llevar a una alguien a empapar un vestido que ha costado cientos de dólares para sumergirse en una piscina. Tampoco sé qué ocurre después. Si encoge el traje o si las arrugas estropean la textura de la camisa. La necesidad de ser original le ha costado a esta pareja al menos 1.000 dólares, aunque en realidad a nadie le importen las fotos de boda de los demás.
El afán por salirse de lo común de estos orientales es el mismo instinto social que lleva a Miley Cyrus a lamer un martillo en un videoclip (que tampoco sé muy bien lo que significa) o a Lady Gaga a enfundarse en un traje hecho con filetes. Una idea que, por cierto, ya utilizó Alejandro Jodorowsky en la época del teatro del movimiento Pánico en los 60. Los dos con el mismo propósito: escandalizar a su público.
Este esfuerzo por distinguirnos se explica porque vivimos en la época de la falsificación, donde copiar el original es una industria propia que mueve miles de millones. No deja de ser irónico que para diferenciarnos de nuestros iguales compremos una copia de un bolso de Dolce & Gabanna porque el diseño es «único» o prefiramos una camiseta del Real Madrid «casi igualita» que la de la equipación oficial. Que no tengan dudas de que no eres del Barça en un clásico cuesta unos 90 euros, aunque previamente te hayas colocado en su grada. Sale muy caro ser auténtico.
No habrá frase más repetida en todas las ediciones de todos los reality shows que «yo soy auténtico». Además, ya nos dijo Apple en su primer anuncio publicitario: hay que huir de la fabricación en serie y derribar a ese «Gran Hermano» de 1984. Las empresas gastan mucho dinero en que te guste distinguirte y elijas el coche rojo si tu vecino tiene el azul o te compres esa funda con ositos en vez de la de estrellas de tu amiga. Porque tú nunca copiarías ningún modelito, aunque compres en cadenas como Zara.
Es poco popular reconocer que a veces la mentira es bella. De esa idea viven las comedias románticas, que no dejan de ser ficción, y los iconos sexuales moldeados con Photoshop. Por algo se adornó la palabra «mentira» con el adjetivo «piadosa». Un disco de música no es más que una copia perfecta y sofisticada de la voz de un cantante o el sonido de sus instrumentos. Y no hablemos ya de lo dramático de que la copia sea mejor que el original. Es una auténtica decepción cuando descubres que tu cantante favorito tiene un pésimo directo.
Lo verdaderamente placentero de no obsesionarse con la búsqueda de lo genuino es que a veces lo encuentras de verdad.