¿Valor para amar?

Cuando los caprichos constituyen el núcleo inspirador de las leyes, cuando el vaivén de los sentimientos acaba con los esfuerzos de la voluntad y los éxitos de la razón, cuando defender cualquier principio es síntoma de locura.

Cuando los caprichos constituyen el núcleo inspirador de las leyes, cuando el vaivén de los sentimientos acaba con los esfuerzos de la voluntad y los éxitos de la razón, cuando defender cualquier principio es síntoma de locura, casarse según el rito católico, esto es, queriendo amar para siempre y aceptando a Dios como garantía de tu compromiso, es algo reservado para los valientes, según el Papa Francisco.

Nada hay más volátil que un proyecto humano y nunca podrás evitar que en tu vida aparezcan las sorpresas. Si todo fuera un cálculo racional y todo tuviera que responder a tus planes, siempre de mínimos, la vida sería aburrida, tu cielo sería gris y acabarías echando la culpa a los demás de tu tristeza. El matrimonio no es un sentimiento sino que es un proyecto fundamentado en el compromiso y que necesita replantearse cada día. El amor verdadero sabe encontrar mil novedades para poder besarlas cada mañana. El amor no puede acabarse y cuando dices que has caído en la rutina acabas de enseñar las cartas de tu egoísmo. Todo lo que tú necesitas está fuera de ti y lo vas a recibir en la medida en que tengas claro cuánto vas a entregarte. El matrimonio no es para mediocres porque se realiza conquistando el corazón diariamente.

Todas las críticas, todos los desprecios, todas las ridiculizaciones del amor de un hombre y una mujer son la pornografía emitida por los que no supieron construir una historia de amor y, en vez de reconocer sus fracasos o admitir con humildad que quizá no amaron, cargan contra la única institución preparada para crear el amor, multiplicarlo y distribuirlo. Tiene razón el Papa: en el tiempo de la mentira, hay que ser muy valiente para amar con todas las consecuencias…