Crónica del que se va
¿Quiénes son? ¿Qué hicieron para merecer morir, odiando a su natal EE.UU? No es el hecho de decapitarlos, es el sentido del mensaje que ellos significan para el Estados Islámico (IE).
¿Quiénes son? ¿Qué hicieron para merecer morir, odiando a su natal EE.UU? No es el hecho de decapitarlos, es el sentido del mensaje que ellos significan para el Estados Islámico (IE).
Escribo desde Piura, en el norte del Perú. El periodismo en este lado del mundo también tiene crisis: sensacionalismo o demasiadas noticias violentas, pero también grandes textos y buena prensa. Sin embargo, muchos de los que aún somos periodistas incipientes estamos sorprendidos por dos muertes lejos de nuestra patria: James Foley y Steven Sotloff.
¿Quiénes son? ¿Qué hicieron para merecer morir, ‘odiando a su natal EE.UU’? No es el hecho de decapitarlos, es el sentido del mensaje que ellos significan para el Estados Islámico (IE).
Redacto de esta manera porque hace unos meses me referí a los periodistas freelance como héroes. Y es la verdad. Los dos videos de la decapitación de los periodistas estadounidenses representan un tema: el compromiso. El compromiso que impregna a muchos quienes queremos esta profesión, para quienes aún creen en las buenas historias en el lugar que sea, y para quienes están allá, afrontando los riesgos. A su vez, el compromiso conlleva al sufrimiento de sus familias, de sus hijos, de sus colegas. “Y en la redacción de la guerra”, comentaba un viejo periodista.
Las muertes así planificadas y estratégicas deberían evitarse con recompensas. Según The New York Times, Francia, Suiza y España son los países que más dinero han aportado a Al Qaeda en el pago de rescates desde el 2008. Por estos hechos, incluso, se generaría un replanteamiento del periodista en cubrir los conflictos de sitios marcados tanto por los asesinatos como por las enfermedades. No obstante, el espíritu de informar, el arrojo al peligro en busca de una crónica o un reportaje puede más, a veces. Debemos valorar estos ejemplos: es un ser humano quien comunica.
No existen palabras para estas atrocidades, ni crónicas para quienes se van decapitados. Creo que la solución no está en manos del Periodismo.