Voluntarios
El 90 por ciento de nuestros compañeros de planeta no lo encuentra un lugar muy habitable y en las casi inimaginables, para la mayoría de nosotros, capas más profundas del subsuelo de la miseria sólo se encuentran acompañados por una suerte de ángeles.
El 90 por ciento de nuestros compañeros de planeta no lo encuentra un lugar muy habitable y en las casi inimaginables, para la mayoría de nosotros, capas más profundas del subsuelo de la miseria sólo se encuentran acompañados por una suerte de ángeles.
El 90 por ciento de nuestros compañeros de planeta no lo encuentra un lugar muy habitable y en las casi inimaginables, para la mayoría de nosotros, capas más profundas del subsuelo de la miseria sólo se encuentran acompañados por una suerte de ángeles que, como llegados de un mundo diferente, generoso y solidario, trabajan para aliviarles sus pesares cotidianos.
Son miles y miles de voluntarios los que se encuentran diseminados por esos lugares de nuestro mundo civilizado que nunca querríamos visitar. El relato del presente es muy diferente para ellos. La reducción del número de desfavorecidos es una empresa inabarcable en tiempo y espacio.
Algunos problemas se han ido mitigando, siempre a pasos muy pequeños, gracias al trabajo de estas hormiguitas entregadas que dejan a su paso un reguero de esperanza y de existencias algo más amables. Pero a la vez, aparecen nuevas variables de la injusticia, conflictos de una innovadora crueldad, catástrofes descomunales y enfermedades desconocidas, que a modo de apisonadoras gigantescas, arrasan con lo logrado sumiéndoles nuevamente en la desesperanza.
Hombres y mujeres, jóvenes o no tanto, con estudios y sin ellos, con motivaciones religiosas o no, provenientes de pueblos o ciudades, eligen los peores lugares donde vivir para confundirse con lo miserable y especializarse en un deporte de alto riesgo como es la lucha cara a cara contra el sufrimiento.Imprescindibles para el equilibrio de nuestra acelerada civilización de progreso continuo, creadores de futuros más abiertos, son santos no canonizados, Dios mismo en la tierra, invisibles para las redes, siempre alejados de las tonterías. Sólo llaman nuestra atención cuando inauguran una nueva enfermedad mortal. Si es cuestión de vida o muerte, no sabrás de dónde, pero llegarán, ayudarán y se irán como llegaron, probablemente sin esperar al homenaje.
Rápidos porque hay otros esperando. Contrapeso a la masiva indiferencia contemporánea, atareada en actualizar el móvil o pensar cómo salir de un atasco. El mundo no es peor gracias a ellos.