THE OBJECTIVE
Fernando Garcia Iglesias

La Cuba que espera

La revolución de los barbudos en 1959 y el implacable asentamiento del sistema comunista detuvieron, en cierto modo, los relojes de ya tres generaciones de cubanos, y cercenaron el desarrollo material del país.

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La Cuba que espera

La revolución de los barbudos en 1959 y el implacable asentamiento del sistema comunista detuvieron, en cierto modo, los relojes de ya tres generaciones de cubanos, y cercenaron el desarrollo material del país.

Hay una escena hacia el final de esa delicia de documental que creo Wim Wenders ?Buena Vista Social Club?, en la que el cantador Ibrahim Ferrer pasea de noche por las calles de Manhattan en los últimos meses de los 90, pocas horas antes de poner al Carnegie Hall en pie, ovación tras ovación, en un homenaje al son cubano. ‘Esto es muy bello, muy bello, muy bello, muy bello…’, dice con cada paso que da por las interminables avenidas. Saca fotos a los rascacielos y a los letreros luminosos que se reflejan en los taxis y en las calzadas, y añora que no estén sus hijos y su mujer que le esperan en La Habana: ‘todo es muy lindo aquí’. A veces se para en silencio, en medio del bullicio neoyorquino, y se conmueve con la fascinación que produce no tanto el viaje a lugares desconocidos, sino el tránsito a lo que parece otra época, un tiempo que le fue robado a su Cuba natal, la modernidad que nunca llegó.

La revolución de los barbudos en 1959 y el implacable asentamiento del sistema comunista detuvieron, en cierto modo, los relojes de ya tres generaciones de cubanos, y cercenaron el desarrollo material del país. Son muchos los que esperan ansiosos los viajes de sus familiares y amigos que viven en el extranjero, que vuelven de tanto en tanto a la isla con la maleta llena de jabones y cosméticos, ropas, televisiones, herramientas y todo tipo de artilugios cotidianos para Occidente, pero que no tienen su recuadro en las cartillas de racionamiento castristas. Ahora, como el reptil que se revuelve en los últimos alientos de vida, el criminal gobierno cubano, al que le faltan tres dolorosos telediarios, vuelve a la carga en esa batalla contra el tiempo y el progreso con un decreto que regula lo que los viajeros pueden llevar en sus maletas: doce sujetadores, dos teléfonos, una sola cajetilla de veinte cigarrillos, un juego de uñas postizas…, y un larguísimo etcétera de 41 páginas delirantes.

Más pronto que tarde, esa tiránica dictadura morirá con los Castro, y los relojes volverán a girar para una sociedad que llama en masa a las puertas del siglo XXI, un tiempo de prosperidad, creatividad y libertad que dará un nuevo esplendor a esta joya del Caribe.

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