Dos mas dos son tres
Visto desde el nivel más básico, las matemáticas son bellas cuando las cuentas se saldan a tu favor. Sin trampa, triquiñuela ni escondite. Dejan de ser bonitas cuando los resultados empiezan a jugar feo. Que le pregunten a Pujol en estos días.
Visto desde el nivel más básico, las matemáticas son bellas cuando las cuentas se saldan a tu favor. Sin trampa, triquiñuela ni escondite. Dejan de ser bonitas cuando los resultados empiezan a jugar feo. Que le pregunten a Pujol en estos días.
Visto desde el nivel más básico, las matemáticas son bellas cuando las cuentas se saldan a tu favor. Sin trampa, triquiñuela ni escondite. Dejan de ser bonitas cuando los resultados empiezan a jugar feo. Que le pregunten a Pujol en estos días. Durante más de treinta años, las sumas y las multiplicaciones debieron ser el arte más preciado para la familia. Nada de restar ni dividir. Todo para ellos. Ni siquiera la hermana del honorable Pujol se enteró de la supuesta herencia millonaria que les dejó su padre. Para qué dividir, si todo puede ser para mi.
Los dedos de los niños de la imagen todavía viven esa ilusión de la felicidad depositada en las matemáticas y así debe ser. Pero estamos rodeados de agoreros que dirían que cuentan años, ya los descontarán; cuentan chuches, ya contarán los dientes corroídos; cuentan propinas, ya se les acabarán. Cuentan amigos, ya les traicionarán. Son cuentas de un futuro que difícilmente se les convertirá en cómplice. Y la infancia lo que debe sumar es siempre felicidad.
Estos años las matemáticas sólo se utilizan en el plano social para dar sobresaltos negativos: deuda externa, intereses, hipotecas, salarios cada vez menos productivos. “Vamos a hacer cuentas a ver de dónde podemos recortar”. Y llega un momento en que ya no es posible más. Entonces llegan las matemáticas de los Bancos: yo te lo quito, no te lo doy. Te quedas sin casa pero me la sigues pagando. Y así.
Dicen que cualquier problema matemático se puede resolver a través de la filosofía. Hubo un tiempo en que traté de encontrar una respuesta filosófica a algo tan sencillo como que dos mas dos son cuatro. Pero no, filosóficamente siempre me salía como resultado el tres, porque siempre hay alguien que necesita ese uno de mas que sale en los números. Es verdad, hay especialistas que son capaces de convertir ese dos mas dos en veintidós. O en lo que necesiten.
Admiro la mente privilegiada de los matemáticos, su personalidad escondida, que hay que encontrar. Me pasaría media vida observando el comportamiento de un matemático. Me parecen seres sobrenaturales.
Tengo que decir, para terminar, que la peor persona que he conocido en mi vida es matemático. Aún así, si me preguntan por ella, no puedo resistir la recomendación.