¿Aúpa Escocia?
Es el juego de los imperios. Divide y vencerás. No es justo ni injusto. En las relaciones internacionales, la dialéctica de estados, rige la ley del más fuerte, disimulada ahora por eso que llaman Derecho Internacional.
Es el juego de los imperios. Divide y vencerás. No es justo ni injusto. En las relaciones internacionales, la dialéctica de estados, rige la ley del más fuerte, disimulada ahora por eso que llaman Derecho Internacional.
Gran Bretaña ha sido el gran enemigo histórico de España. La Pérfida Albión creó su imperio depredador a base de piratear los virreinatos americanos de la Monarquía Hispánica, y los acabó separando y descuartizando en repúblicas independientes mediante la acción de sus espías, sus tontos útiles (Bolívar entre ellos) y su propaganda antiespañola, para mejor saquear las riquezas mineras de América y controlar comercialmente a los débiles estados nacientes.
Es el juego de los imperios. Divide y vencerás. No es justo ni injusto. En las relaciones internacionales, la dialéctica de estados, rige la ley del más fuerte, disimulada ahora por eso que llaman “Derecho Internacional”.
Desde un punto de vista histórico, la debilidad de Gran Bretaña es una buena noticia para España, de ahí que en principio, la independencia de Escocia sea objetivamente positiva para nuestros intereses. Pero esta vez, dada nuestra propia coyuntura política centrífuga, y ante la posibilidad de conexiones entre secesionistas escoceses y catalanes o vascos, quizás debiéramos preferir un discreto triunfo del unionismo.
La constitución histórica de España es la de un estado unitario desde los Reyes Católicos, y aún antes, con la primacía del rey de Castilla sobre el resto de reyes peninsulares, sobre todo desde que Alfonso VIII se proclamase Imperator Totius Hispaniae. La de Gran Bretaña, por el contrario, es pactista. La conjunción del parlamento escocés y el inglés, fue un arreglo entre ambos, de ahí su reversibilidad lógica. Pero estas sutilezas, tan importantes a nivel histórico-político, se le escapan a la mayoría del pueblo democrático y no forman parte de la propaganda de naciones y movimientos de todo tipo, que es la que realmente cuenta a la hora de ejercer la “fuerza” política.
Es por ello, que por prudencia (gran virtud política), queramos que gane el “no”.