Una larga guerra
El Gobierno español ha elevado el nivel de la alarma antiterrorista. Intensifica con ello la vigilancia en lugares públicos y pone en marcha ciertos protocolos de seguridad. Otros muchos países han hecho lo mismo.
El Gobierno español ha elevado el nivel de la alarma antiterrorista. Intensifica con ello la vigilancia en lugares públicos y pone en marcha ciertos protocolos de seguridad. Otros muchos países han hecho lo mismo.
El Gobierno español ha elevado el nivel de la alarma antiterrorista. Intensifica con ello la vigilancia en lugares públicos y pone en marcha ciertos protocolos de seguridad. Otros muchos países han hecho lo mismo. La amenaza del terrorismo islámico vuelve a los niveles extremos de principios del siglo. Pero con un elemento que otorga a la misma una nueva calidad, una inmensa capacidad destructiva en potencia.
Occidente está a punto de declarar una guerra total a un estado de reciente aparición, pequeño pero en expansión, inmensamente agresivo y seguro de su victoria que a su vez ha anunciado que nos combatirá hasta la muerte. Es el Estado Islámico, creado por el ejército islamista del yihadismo sunita cercano a Al Qaeda que surgió de la guerra en Siria. Hoy ocupa un tercio del territorio de Siria y casi la mitad de Irak. Y su vocación es la expansión ilimitada para la creación del Califato que lleve al final al gobierno del Islam en el mundo. Sus objetivos “iniciales” son todo Oriente Medio, el norte de África, España, los Balcanes y una amplia franja por Asia central hasta Paquistán y Afganistán. Que sus ambiciones territoriales expuestas en su muy sofisticada propaganda no sean realistas no significa que no tengan fuerzas para atacar en todas y cada una de las regiones expuestas. Y en otras como toda Europa.
Hay miles de europeos en ese ejército multinacional y multirracial puesto en pie por el yihadismo. Va a ser una guerra poco común la que se prepara con urgencia, con una alianza de la que ya forman parte diez países miembros de la OTAN, a la que se espera se incorporen ahora países árabes. Que España no esté presente desde el primer momento en esta alianza internacional es injustificable. Y explicable solo desde la triste constatación de que cálculos electorales y de temor a sectores de la opinión pública y mediática han inducido al Gobierno español a no cumplir con lo que todos los demás han considerado un deber de solidaridad y de exigencia para la propia seguridad y defensa.
El líder de la coalición internacional, que es el presidente norteamericano Barack Obama, ya ha anunciado que el fin de esta contienda no puede ser otro que hacer desaparecer ese Estado Islámico. Porque nada se puede pactar con un Estado cuya razón suprema es destruir y sojuzgar violentamente a todos quienes no le juren voluntaria e incondicional obediencia. Occidente se encuentra así en una situación nueva. Por primera vez desde las fases avanzadas de la Segunda Guerra Mundial existe un enemigo con el cual no hay negociación posible. Y el único final admisible es su destrucción. Aun así, aun destruido el Estado Islámico en su territorio, muertos sus líderes, tal como ya ha demandado Obama, y disperso su ejército, su peligro, lejos de desvanecerse, se extenderá por los países de occidente, por las comunidades islámicas que en algunos países son inmensas. La guerra a muerte del islamismo como ideología totalitaria contra la sociedad abierta va a ser previsiblemente un estado permanente para el futuro.
La derrota final, si se produce, nunca será clara. La contención de esa amenaza dependerá de la capacidad de defensa de las sociedades occidentales. De su voluntad de sacrificio para defender sus principios e instituciones. Las encuestas dicen que hoy por hoy los españoles se entregarían sin resistir a cualquier invasor. Es una deplorable actitud muy coherente con la adoptada inicialmente por el Gobierno respecto a la alianza contra el ISIS. Es de esperar que con el aumento de la información sobre las consecuencias de la sumisión a la barbarie del islamismo esta vergonzosa realidad española cambie. En la sociedad y en el Gobierno.