Un grito a la vida
Un grito desgarrador, una voz que reza para que sus palabras lleguen a un cuerpo que todavía saca la cabeza a la superficie, que aún puede respirar el aire mientras lucha para no ser arrastrado por la corriente.
Un grito desgarrador, una voz que reza para que sus palabras lleguen a un cuerpo que todavía saca la cabeza a la superficie, que aún puede respirar el aire mientras lucha para no ser arrastrado por la corriente.
Un grito desgarrador, una voz que reza para que sus palabras lleguen a un cuerpo que todavía saca la cabeza a la superficie, que aún puede respirar el aire mientras lucha para no ser arrastrado por la corriente. Quizá llame a un hijo, a un hermano, a un nieto, pero grita para seguir empujando los latidos de ese corazón.
La barca navega por un retrato del río Aqueronte, por aquellas aguas que esconden a los muertos que yacen en el inframundo, que ven cómo van siendo cada vez más, como las almas, a pesar de ser inmateriales, están a punto de llenar las profundidades de la India.
La barca se dirige a ninguna parte, parece que avanza, dejando atrás un peligro enorme para sumirse en otro más pequeño, con la cara de un hombre que mira atrás, sabiendo que deja algo que quizá nunca vuelva a tocar, besar o sentir.
Hades, señor del inframundo, no ha dejado a Caronte ir a la India para poner rumbo a la barca. El destino, teñido de muerte, es simplemente eso: destino, incertidumbre, ganas de saber si uno quedará vivo cuando termine el órdago a la vida de la naturaleza.
La vida todavía late en esta barca de madera carcomida. El azul empieza a contrastar demasiado con el marrón oscuro de unas aguas que engullen guiadas por la locura. El grito del hombre se escucha cada vez más lejos, quizá ni se escuche, quizá clame por la vida de un muerto. El flotador, tirado en la cubierta, dibuja una nota de ironía, viendo cómo el tiempo le va quitando vidas que salvar.